Tres evocaciones tardías

William Pascagaza Jiménez

Arte: Sarah Arostegui

I

A Karen Triviño

cada mañana la gran fábrica del mundo
espera con los brazos abiertos de su agitación
a los hijos de los días
quienes no hacen otra cosa
que porfiar su pan
caminar con la sed en la cuenca de la mano
tras las aguas de la dignidad
tras la árida justicia

cada mañana
sin embargo hoy
este trece de abril particular
la gran fábrica está quieta

me pregunto
si acaso por fin nos dimos cuenta
que la vida no es la misma
sin el fervor de eduardo como sol
sobre el cielito de la américa

quiero creer pero no sé
que los nadies se ausentaron de su empleo
para trabajar en el amor
en los fueguitos del amor
o para cruzar de nuevo por el corazón
y recordar al oriental
contando la historia de los pueblos
con el fin de no perder el horizonte

quizá todos han cejado
su afán inveterado de sobrevivir
para ponerse a contemplar
al más grande uruguayo
sólo por ser abril y por ser trece
sólo porque la gran fábrica del mundo
ha tenido que cerrar sus puertas
y estamos preocupados otra vez
por el agua el pan el cuerpo de los nadies

quiero creer me digo
pero las cosas tienden siempre su dedo de fierro
hacia quien no tiene casa o salud o alimento
y el fervor de eduardo como sol
sigue siendo difícil sobre el cielo de la américa

quiero creer pero sucede
que es larga ya esta mala racha
y la mayoría de nosotros y nosotras
seguimos sin tener un nombre
y además de todo
llevamos muchos años sin galeano
ninguneados y jodidos
sin saber si juntaremos suficiente utopía alguna vez
si podremos vivir juntos
para que la gran fábrica del mundo
no reseque todas nuestras aguas
no borre para siempre
las memorias del fuego
de las que estamos hechos

II

esta tarde en hermosillo
pienso en un hombre mientras camino por ahí
un hombre bohorquiando estas calles furiosamente
tan ciudadano de su breve mundo mexicano
tan de pie sobre su desamparo en mitad del día
y me apena un poco mi desarraigo

yo lo puedo imaginar a abigael
yendo de la plaza al cerro encima de su dolor insoportable
adulto de la enfermedad que llega e hiere como amor
y pienso si acaso esta reverberación
este olor a mar que se me impone
no me ha sido dado para hacer
los signos de mi pequeñez
las palabras de mi pequeñez
tan pariente de la suya


lo puedo imaginar
pero me siento alegre
libre y saludable por su musical sonora
en la que él no hizo otra cosa que morirse
y sólo sé comunicar difícilmente
a lomo de mi tabaco encendido
perdón abigael me voy
a hacer poesía por ahí
perdón

hermano

III

esta noche oigo a el torta
y pienso que la vida
es una canción gitana

lo oigo a pesar de su muerte
y lo siento mucho por su patria
desamparada de aquel cuerpo grande y gaditano
huérfana de esa voz que sólo sabía horadar adentro
flamencar toda su furia jerezana
vibrando como otra sangre
en la sangre
más profunda de la españa

no
ya no lo ven
pero algunos escuchan todavía
vibrar su corazón alucinado
rabiando sus nostalgias
pequeñas músicas que el mundo
no hizo sino cantarle
y cantarle
en la oscura bulería de su vida

definitivamente
no lo ven
no lo vemos
pero es imposible hacer el sordo
ante esta difícil melodía de su ausencia

esta noche oigo a el torta
y pienso que la vida
                                               es intensa
                                                y grande
                                                y corta
                                                y triste
como una canción gitana

suya

William Pascagaza Jiménez (Colombia, 1995). Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital. Es codirector de La Pájara Pinta, espacio de intervención cultural que actualmente prepara Paisaje inacabado, Antología de poesía colombiana reciente, como Coordinador de El cantar de la palabra, proyecto que reúne las creaciones literarias de escritores de su alma máter.