Presentación editorial de quinto aniversario

Conforme se ofrece el tiempo en un río negro que resbala por el centro de las páginas, dirá Nick Lynn, orillas llenarán de nieve los abismos. El clima ha de enturbiarse aún más en medio de pandemias, guerras y tecnologías nacientes. También, como lo escribirá Pérez Villoro, “en estas duras condiciones / las dunas avanzan / tierra adentro”. Los que escriben saben que es justo el momento de arrojarse hacia la fronda para hacerla proferir nombres, llamadas, silbos con un tono insólito. La idea es sencilla, hasta manida, si se insiste en que, para ello, ha de volver a ese pasado escurridizo del que nunca escapa el creador serio. Sin embargo, está frente a nosotros la amenaza de un gran desarraigo entre las voces y los cuerpos; una inteligencia artificial puede escribir con más coherencia que gran parte de los que aspiramos a tomar las letras como forma de vivir. ¿Qué resta para cada fuego? Que nuestros jardines purifiquen sílabas, escribirá León G. Gutiérrez, y aprendamos a escucharnos de verdad. Es necesario que volvamos a escribir para nosotros mismos, entretanto.

Esta edición de la revista ha conjugado ensayos sobre la correspondencia entre poesía y poema, con acento de naufragio; narraciones que señalan el aspecto trágico de ciertas realidades familiares, ya sea desde la carencia y el abuso del poder; algunos textos híbridos donde un asunto tan antiguo como el desamor se trueca en reflexión neurótica sobre los flujos de conciencia y la impulsividad, y otros de autores consagrados donde la mutilación de imágenes y poemas tal vez sea la “absurda manera de esconder dolor” (Mosquera Saravia dixit), y a la vez, el sitio de la libertad artística, de las asociaciones imprevistas. Poemas de autores jóvenes (Marossa Acevedo, Emilio Quiñónez o Darío González), nos recuerdan la necesidad de abrirnos paso hacia la sombra propia, o al micelio mismo, al modo de Ana Corvera. Estamos fragmentados, pero somos todavía fragmentos de un imán.

Como Davo Valdés, quizá tengamos “en la punta de la lengua una palabra sencilla y sagrada” y, nuevamente, estemos más dispuestos a escribir sobre ese espectro que nos marca el tiempo en cada testimonio, para conciliar de nuevo los rumores propios. Es momento de observar los propios pasos, como Josu Landa hace entre las memorias que hoy publica en la revista. ¿Nuestro imán debiera retomar su forma originaria? Quizá dirán algunos que nos basta con que los fragmentos sepan hacia qué centro desean volver, aun cuando no lo alcancen. Quienes creemos imposible ese regreso no lo aseguramos con desesperanza, “nuestras mentes ruedan avanzando / hasta desertar en el amanecer”, como diría Mario Campaña en un gran poema que ofrecemos al lector esta ocasión. Por ello, con el alba enferma, dirijámonos a aquella fronda literaria de la que no habremos de abjurar, porque es lo que nos da presencia. Y si eso implica desquiciar las brújulas, fundir la carne con las sales, ser de nuevo una tortuga florecida, sea… Ya habido suficiente desarraigo en esta sangre.

Los editores
Noviembre de 2024