Darío González

Ícaro
Náucrate maldicho el artificio de las alas,
armamento y construida parte para Minos,
ingenio confundido a la mentira y al magneto.
Era Náucrate al tiempo que el Nilo
en su corriente le dejara puerto en curvas lucidez temprano.
Llorosa, arrinconada, Náucrate cintura sus cabellos enjaulados.
Náucrate despide al aire con las manos. Llorosa.
Dédalo, al día, artesano, pasiones moderadas que en rigor su livianamente al viento era de Atena condenado entre perdices,
destierro de sus ojos, ingeniero, Dédalo de escuadras a la mar, oh, desterrado
en Creta levantadas cienes vieron su esplendor
cuando hoy le enseñan ya los dientes.
Pie más de grillos al futuro toro y en sus cadenas vanidad
por el viento a todo posterior de frescos enviciados
no tendría ya en Creta ser más castigo de Minos, no tendría.
En celsitud del viento Dédalo se tiende acurrucado,
palpa nubes o rayos de luz y no le ven los ojos doloridos.
En celsitud altura Dédalo al sollozo lamentar suelta una lágrima hacia el mar.
Brillo de lumbreras y luz en las entradas,
Náucrate fue hecha, fue traída no al mundo en manos de engranaje,
hízola de unión Dédalo su igual, hízola,
de pájaros prisiones cual temiendo sierras y compases.
Le hizo su recinto y de ella ambos diera un vástago en soberbia.
Toda ala tendida a su pensarse no la fruta, no el enclaustro,
sino flor a su despliegue de árboles morenos.
Así Dédalo la espalda junta con caídas,
así Náucrate se escurre entre susurros al sollozo laberinto.
Una vez Dédalo fuera conocido y en las palmas se encontraba
hasta en el mar y en la tierra,
pero el que de las blancas, pálidas, cúspides gobierno se destina,
maldijo dos, tres veces sus ingenios.
Una vez en Náucrate encontró verdad de hacerse humana
y a su tacto el castigar, no en cuerpo le cargó los pesos sobre el cuello,
porque, atenienses, el rencor de la ojizarca no pesado
aliento de Ícaro, a soltar de nube en nube la hoja,
el vuelo desprendida fue cantante y el hado escuchara.
Una vez al mundo de hermanados pies con alas, una vez,
una vez al mundo le proclama la balanza y calla.
Dédalo, la culpa no aligere, por la tierra ni alterado ponto puede ver su vía.
Náucrate en su tiempo el Nilo a lágrimas proclama nueva delta que a su vástago semeje juntamente.
Cera y pluma, agua no tocada ni en caricia que el sol ablande,
parte atrás la torre que era cárcel de la infamia,
parte atrás el crimen de Teseo y maravillas que después llorare Ariadna,
parte atrás navío y parte atrás el toro infame que ahora yerto suele huir de nombre el laberinto.
Oh, infortunio que le viera cuna febea
mientras Náucrate derrite su dolor entre canarios,
oh, maldad que a tanto tiempo ha de dejarse en tiempo un tiempo
y de caer en nube a Paros dejan tras coronas silenciosas
cuando intacto, cuando mar, cuando en tierra reino de las Gracias.
Mas en el bien, una herida se iba abierta y, como no pesada, al ímpetu levante
Ícaro de piel espuma, Ícaro de fiera,
acaricia al cielo su pasión primera,
alejado mira Dédalo su bien, su porvenir,
alejado mira Dédalo al gran orbe afilando flechas
y cuando de Ícaro ninguna ley le fuera buena.
Así levanta y no sus cienes les escurre esfuerzo pluma a pluma,
no sus pájaros al viento le recuerdan ya serenamente
y cuando arriba el cielo, Samos se alebresta con odiadas aguas.
Náucrate que mira en un rosal caer las hierbas,
Náucrate que presa se derrite en sombra cuando Ícaro se baña en sol,
y Dédalo maldicho mira al ponto enajenado por su culpa.
Icaria surge en luto de azucenas,
Ícaro el suspiro le ha entregado mudamente al búho,
Náucrate refugio se convierte egipcio
y cuando baja Dédalo al recinto siciliano,
llora en pies de Cócalo cadencias de perdices.
Reflejo
a Jesús
La luna es perdidizo blanco en los estrados tristemente,
la piel se cubre a cables y entre ramas,
¿Cómo es de curación por tempestad?
Los gatos tienen nombre de salida y el alambre,
el fuego que y golpe tras golpe entre las sombras
porque tanto a gris como la luna
quiere a blanco ese colmillo quien yo mismo,
mis ojos, tanto a todo si ennegrecen,
tanto torno al día que
y así se va de potro en potro carcomiendo,
así es su límite antes ¿Por qué?
Cierro el ojo a la humareda ya surgida,
médico sabor del pálpito sin sensatez que apaga.
Si se vuela, si se oscura, miraría por dónde el cuero.
Tengo tres palmos de plaza y mirar las lonas, nunca, siempre,
tanto verdugo en su noctámbulo tanto
como en su diurno lunamiento la hora más sagrada,
como en despierto olor de la molicie rota,
sepulturera impune de farolas ¿A dónde?
Lugareño de la flor apartamiento ¿A dónde?
Limador hojalatero por saberse ¿A dónde?
Mis manos son como anhelando el lujo de algún pétalo,
mi amor se escapa en las cornisas y en la frente,
pero a la blanca viene una vez una apenas palabra,
una apenas silenciosa sílaba y yo mismo,
mis ojos tanto en servidumbre serruchada se bifurcan,
cortamente se han partido e hilan a carrozas sin futuro,
¿Qué tanto es como si queriendo la silueta?
¿Cómo en nombre miran una vez en cruz la cruz que era nosotros?
Así es el nombre, así la sangre y todo, cuánto viene,
y todo a luna que se verde como entre sus raíces,
flotante, frívola, ferviente,
a tanto dolor pasando el vuelo corto de una hiel,
a todo su segundo misterioso una vez de alma
y quiere en su doler la línea menos gruesa, la oportuna.
Hijos, caerán los dátiles del árbol, la cornisa, el mal dolor,
a grietas, a colores más, nefando el lustro,
a quién dirán en su pronunciación que fui
tan serenamente, tan sencilla y clara,
que a la postre moribunda, altamente su porqué, ¿Por qué?
y más allá, más enlutado irán a calma en olas de silencio,
en avenida meramente muda.
Así es el nombre, luna aletargada, estrella misma,
así el clamor con línea que se va de punto en puente,
más que leve, más que oscilación de péndulo
y ahora ¿Cuándo? Y ahora ¿Dónde?
No se nos calmará la bilis, si apagase el mal
y en nube a nube nuestro campo pensaría despertarse,
pensará si alivio en tanto como, pero no, la luna,
pero un nunca aplasta en colmo y ha dejado su pared sin llama,
pero no, y ha dejado de llover tan fuertemente,
sólo queda el yo, yo mismo, el ojo y la bifurcación,
sólo habrá de lluvia el perdidizo blanco tristemente,
lo que manto quite a grises de la luna ya.
Maduración del duelo
«Mezcló en mi carne su actitud de cera»
Enriqueta Ochoa
En la sombra sostén la luz, luz que sopla apenas,
sobre el mundo, prado que se tiende en lágrimas de cobre,
sitio, lugar y reposo abandonadamente,
suavidad que se escribiera de ambas manos
bajo el dulce pulso de tus ojos,
soledad apenas que abre en flor sus despedidas cada sol, cada cuando.
Mira volarse tu vilano de oro ante mis brazos,
míralo decirte oh, nube ¿Para qué solar? ¿Cuándo tu estancia nuevamente?
Míralo allá anunciar divino en sus entrañas,
porque aquí creciera el nombre oculto de los hijos
y soltaran sueños de verdad y lumbre
para el aire, en cada ánima, piedra a piedra,
pues estás, sostén la luz, sostén el sueño en nubes
porque así dictara tus promesas, porque así,
oh, dulce pájaro debido, oh, pectoral, oh, fuente,
volverías de la espuma o del secreto con tu voz, parte por parte,
si la puerta al leve golpe torna en pastizal más liso nuevamente,
porque vienen en retoños a brotar ante tu nunca de presencias,
oh, hijo de Apolo, fríamente, nacimiento y torre,
sitio y fin de su caer, sostén la luz,
a ti proclamo esta pregunta por los sitios conocidos,
aquí por siempre el fuego insofocable de tu ausencia.
Los dos ángeles
“Todo ángel es terrible»
Rainer M. Rilke
Dime su nombre, Lot, dime su nombre
que he estado oscuro, lástimo y herido.
He visto tus cortinas, tus paredes, las he visto.
Hay pureza y luz.
Dime, Lot, hijo de Harán, ¿Cuántas veces te has hundido en la tristeza?
Dime ¿Cuántas con tu palma han sido las veces que el altísimo volvió su rostro?
Ahora llega a ti un milagro, ahora llega a ti, cobarde, grato bien
Y, empobrecida, allá Gomorra aúlla el soplo de la ausencia a su hermana ciudad.
Diles, diles, diles
que mi alma en abandono ruega una caricia,
que tiendan su mano, que laven mi rostro, Lot.
Diles que me vean hacia abajo,
porque ruego a tus portales, sobrino de Abraham.
¿A qué recelo escondes tal pureza?
¿Sólo a ti quieres guardar tales tesoros?
Ingrato, hostil a tus fiadores, la plaga te persiga porque están.
¿Qué pregón anuncian entre ruinas?
Muéstrame su limpia piel, su manto claro.
Diles que se acerquen, que me miren.
Oh, vellón clarificado,
muestra acá tu abdomen escondido entre los peplos,
tu espalda ante la tela remarcada,
muéstrame tu hombría tiernamente
que mis ojos están secos, ay, mis ojos…
se han hundido en la miseria de estas calles.
Yo: tributo encarnecido a tus altares, úsame, Lot,
sumiso entrégome, extranjero, a tus visitas.
Quiero sed. Quiero néctar anhelante a mi cáliz vacío,
llenarme el labio con su suave aroma,
que deseo, Lot, tengo deseo y una espada hirviente me atraviesa.
Muéstrame sus muslos, su esplendor ensortijado, limpio.
Dime, Lot, ¿Cuántos? ¿Quiénes?
Dime, Lot, que lloro soledades en la arena.
Te demando, hijo de Harán, extraño a nuestros usos,
quita el velo de ese rostro, muéstrame su pectoral.
Yo, sodomita, te lo pido, te lo imploro. Muéstrame su carne y su color
¿Es suave el tacto al campo como en mi entraña ardura?
¿Es su rostro como en mi la marca que atosiga el duelo?
Entenebrecido he estado bajo los pilares de la bella Sodoma,
oscura mi pasión es corta tanto como en flor marchita
un largo invierno que se ensancha.
Lloro mi fortuna en estos templos sacros, porque he perdido luz,
porque no han visto ya mis ojos un varón,
ya no han visto mis ojos ni siente mi alma,
lúgubres desvelos, largas ya tardes sin luz.
Heme aquí, sobrino de Abraham, heme aquí,
mordido en la locura cuál serpiente se escondiera entre las peñas del desierto,
Heme aquí rogando al cielo
por sentir acariciada mi alma ante tus huéspedes.
Heme aquí, Lot, ignorado, negro, roto y usado,
loco por la luz de tu aposento
¿Quién lo mora? ¿Quiénes rondan tu hogar a oscura hora?
Lot, Lot, mi alma está excitada y gime,
mi alma está llorante y desespera,
mi pecho inflamado, mis uñas lo hieren.
Mira mis brazos mutilados por el duelo y la miseria,
mira mis heridas que se esparcen por la tierra como nubes al sol.
Mírame extático por tan virginio y varonil oblicuo.
Lloro, Lot, y desespero. Lloro y desespero.
Gritando anhela en sus abismos mi alma abandonada
me sea el fruto grácil de esos peplos, sacie mi sed.
Me he perdido, Lot, en estas calles,
me he hundido en la bella Sodoma sin más valor que mis anhelos.
Hombre soy y débil natural mis pasos me han traído hasta tus puertas,
déjame, extranjero, entrar a tus hogueras,
deja, Lot, que arda mi alma, que se haga ceniza.
Canción de lágrimas amargas
El sol quiso enterrarse en estos prados,
unirse a la semilla de los robles,
ocultarse como el perdido,
como el que el ojo oculta bajo el saco
cuando el rojo de cántaros y costras
daba el olor al agua.
La serena caída desde el cielo
teñía de colores cuidadosos su paisaje
enraizado por odio y por la muerte.
Antes que la mirada al aire condenada
meciera el abandono entre sus brazos;
antes que la locura del destierro
hiciérase llover en puños de metal,
aquí quedé en el prado adolorido
mirándolos correr de ruedas el dolor.
Aquí era el sufrimiento,
pendía en su balance sobre el puente
dejando sólo el duelo a los que miran
por el negro suspiro de sus ojos
cual cadáver suspenso
pendido al desamparo.
Porque en ese punzar del fuego
una vez hubo cordura gris de lágrimas amargas
que pesan de cansancio,
buscándonos la entraña
y desgarrar nuestro calor con su inmediatez,
para decir que aquí una vez hubo un templo
estremecido por las balas;
para decir que aquí en la tierra
tuvo el golpe una vez el más ligero peso.
Porque ahora que es de oro la rapiña
el hombre alza su guadaña contra el hombre;
porque este sereno mar de hierbas sin descanso
abre su boca ante la lágrima y la asfixia;
porque recorre la senda más larga
arrastrando los pies hasta el cansancio.
Así el divino deshojar de madres sin consuelo
con el más dulce mirar del padre mudo;
así la conveniencia de su error
y la tranquilidad de ver al fuego arder toda la vida,
así este violento andar cruzado de fusiles
por los huesos que están bajo mis pies
clamando el nombre, apagando el grito.

Darío González Rodríguez (Uruapan, Michoacán, 1999). Egresado de la carrera de Letras hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Su obra ha sido publicada en las antologías La Ciudad de los poemas, Antología de poetas jóvenes de la UAM y Muestrario poético de la Ciudad de México. Ha participado en varios encuentros de poetas en Michoacán, Guanajuato y la Ciudad de México.