Dos aproximaciones ecfrásticas

Samuel Rivero

Arte: Binod Dawadi

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A la hora de hacer una propuesta en la que se recurre a la écfrasis se corren ciertos riesgos: que el autor se enfoque en un solo aspecto de la obra a tratar, que no logre atraer en verdad la propuesta estética de lo que sea que busca reproducir en palabras y, tal vez el riesgo más notorio, entregar una imagen completamente diferente a la que se vivió en realidad.

Al final quedará en el posible lector [o lector definitivo, que ahora lea estas líneas] emitir un juicio certero sobre la creación poética. Por hoy, me doy por bien servido si usted ha llegado hasta aquí.

I (a partir de Les chemins de la vie de Lis de Nazareth)

Reconstruir una costura
a partir de la experiencia
y el acercamiento
a otro
que junto a las luces
se balancea
y nos transporta
al momento.

Se pronuncia un “sí”,
se le acompaña,
con pasos,
con fibras,
que nos regresan
y una y otra vez
nos hablan de esas costuras,
caminos,
que tras una mano,
un tiempo,
configuran la imagen completa.

El hilo es,
al final,
mueca misma
de un rostro presente:
una mirada
y los gestos cautivados
que no alcanzamos a configurar
de un todo
que quizá,
en ese burdo intento
por aprehenderle,
no alcanzamos a definir.

Que sea luz,
o la reminiscencia
de la mente de la autora,
termina por abrir
el siguiente motivo:
la duda final
de si la retratada
se sabe observada
tantos años después.

II (a partir de Bucarofagia (inventario) proyecto de Teatro Ojo)

“Es cauteloso engaño del sentido”

Sor Juana Inés de la Cruz

a Laura Furlan

Es otra forma de consumo,
itinerante:
trasladar desde un punto global lejano
el condimento de la tierra
y el metal que dota
de un color
el rojo paulatino
deshaciéndose en el líquido
que riego sobre mis pasos.

Un orbe/odre que contiene:
catálogos [inventarios],
personajes [actores],
situaciones [sombras]
y el indicio,
todo indicio,
del sonido de un objeto
que se mastica
y se rompe en pedazos
cada vez que pronunciamos
su nombre.

Un orbe/odre de tiempos pasados,
de una primera selfie
que alguien,
en su sentido práctico,
empleó para lisonja de los grandes.
Engrandecer el momento
del desliz,
del pecado
de volver a la tierra
y devorarla,
saciarse de ella
y envolverlo todo:
pliegos enteros
que dan la vuelta,
entre Indias
y otros lugares inimaginables.

Un orbe/odre de la mirada inocente
de las voces que mandan,
disponen
y de las heroínas que sirven de ejemplo
para esa infancia [infanta],
que corre entre pasillos,
entre bulos
y varios asistentes que estorban,
roban las pocas esperanzas
de recuperar
un agasajo
y el universo alterno
que una bebida
y un objeto
nos pueden dar
a la hora de devorar
tierra y ceniza.

Samuel Rivero (Ciudad de México, 1992). Licenciado en Escritura Creativa y Literatura por la UCSJ. Tercer lugar en el Certamen Internacional de Poesía Ayotzinapa a tres años. Poesía, verdad y justicia. Aparece en la antología Químicas Sanguíneas (EBL/UCSJ 2016) y en Erradumbre con el ensayo Es cosa de detenernos y entrar al mundo por una grieta pequeñísima o de las tonalidades de un verde y su poética del ir y venir (Mantis editores 2021). Pertenece a la Colectiva Hipálage.