Breve antología

Antonia Pozzi

Arte: Rosalina Arteaga

Altura

La glicina se marchitó

despacio

sobre nosotros.

Y el último barco

cruzó el lago al pie de las montañas.

Pétalos violetas

me recogías en las entrañas

al anochecer:

cuando golpeó el portón

y se volvió oscuro

el camino de regreso.

Altura

La glicine sfiorì

lentamente

su noi.

E l’ultimo battello

attraversava il lago in fondo ai monti.

Petali viola

mi raccoglievi in grembo

a sera:

quando batté il cancello

e fu oscura

la via al ritorno.

El cielo en mí

(…) Tú

eras el cielo en mí
el grande sol que cambia
en hojas transparentes los céspedes

y quien quiere golpearte
vera salir de sus manos
pájaros en vez de piedras
-pájaros-
y sus plumas escribirán en el cielo
vivo tu nombre
como en los milagros
antiguos.

Il cielo in me

(…)

Tu

eri il cielo in me
il grande sole che muta
in foglie trasparenti le zolle

e chi volle colpirti
vide uscirsi di mani
uccelli anzi che pietre
-uccelli-
e le lor piume scrivevano nel cielo
vivo il tuo nome
come nei miracoli
antichi.

Fuga

Alma, vamos. No te turbes

de tanto frío, y no mires el lago,

si el mismo te recuerda una llaga

amoratada y hormigueante. Sí, las nubes

pesan sobre los pinos y los entristece.

Mas nosotros iremos donde el enredo

de ramas es así tan espeso, que la lluvia

no llega a humedecer el suelo: leve,

tableteando sobre la bóveda oscura,

esa acompañará nuestro camino.

Y nosotros pisando el empapado estrato

de agujas de pinos caídas y las rizadas manchas

de líquenes y arándanos; tropezaremos

en las raíces, desesperados miembros

manoseando la tierra; estrechamente

nos arrimaremos a los troncos, para apoyarnos;

y huiremos. Con la fuerza llena

de la carne y del corazón, escaparemos:

lejos de este mundo venenoso

que me atrae y rechaza. Y tú serás,

en la pineda, en la tarde, la sombra vertiente

que custodia: y yo seré para ti solamente,

sobre la dulce calle sin meta,

un alma agarrada al propio amor.

Fuga

Anima, andiamo. Non ti sgomentare

di tanto freddo, e non guardare il lago,

s’esso ti fa pensare a una piaga

livida e brulicante. Sì, le nubi

gravano sopra i pini ad incupirli.

Ma noi ci porteremo ove l’intrico

dei rami è tanto folto, che la pioggia

non giunge a inumidire il suolo: lieve,

tamburellando sulla volta scura,

essa accompagnerà il nostro cammino.

E noi calpesteremo il molle strato

d’aghi caduti e le ricciute macchie

di licheni e mirtilli; inciamperemo

nelle radici, disperate membra

brancicanti la terra; strettamente

ci addosseremo ai tronchi, per sostegno;

e fuggiremo. Con la piena forza

della carne e del cuore, fuggiremo:

lungi da questo velenoso mondo

che mi attira e respinge. E tu sarai,

nella pineta, a sera, l’ombra china

che custodisce: ed io per te soltanto,

sopra la dolce strada senza meta,

un’anima aggrappata al proprio amore.

Los lugares

Recuerdo que, cuando yo estaba en la casa

de mi madre, en el medio de la llanura,

tenía una ventana que miraba

hacia la pradera; en el fondo, la orilla boscosa

escondía el Ticino y, todavía más en profundidad,

había una banda oscura de colinas.

Yo, en aquel entonces, había visto el mar

solo una vez, pero conservaba

una áspera nostalgia de enamorada.

Ya en la tarde fijaba el horizonte;

entrecerraba un poco los ojos;

acariciaba los bordes entre las pestañas:

y la banda de las colinas se aplanaba,

trémula, celeste: a mí me parecía el mar

y me gustaba más que el mar verdadero.

I luoghi

Ricordo che, quand’ero nella casa

Della mia mamma, in mezzo alla pianura,

avevo una finestra che guardava

sui prati; in fondo, l’argine boscoso

nascondeva il Ticino e, ancor più in fondo,

c’era una striscia scura di colline.

Io allora non avevo visto il mare

Che una sol volta, ma ne conservavo

Un’aspra nostalgia da innamorata.

Verso sera fissavo l’orizzonte;

socchiudevo un po’ gli occhi;

accarezzavo i contorni tra le ciglia:

e la striscia dei colli si spianava,

tremula, azzurra: a me pareva il mare

e mi piaceva più del mare vero.

Al borde de la vida

Vuelvo por la ruta habitual,

a la hora de siempre,

bajo un cielo invernal sin golondrinas,

un cielo dorado aún sin estrellas.

La sombra pesa sobre los párpados.

como una mano larga velada

y los pasos en lento abandono demoran

es el camino tan conocido

y desierto

y silencioso.

Se asoman dos niños

de una oscuridad de pasaje

agitando los brazos:

la sombra salta

surcada por un vuelo trémulo

de fluidas serpentinas claras.

las campanas gritan,

todas gritan

por un despertar repentino,

gritan con asombro arcano,

como por un anuncio divino:

el alma se abre

con las pupilas

en un rebote de vida.

los niños se detienen

con las manos unidas

y me paro

para no pisar

las serpentinas pálidas

abandonadas en medio del camino.

Cantan los niños

con una voz suave

el canto alto de las campanas: y yo me detengo

pensándome inmóvil esta noche

al borde de la vida

como un manojo de juncos

que tiembla

cerca del agua que se encamina.

In riva alla vita

Ritorno per la strada consueta,

alla solita ora,

sotto un cielo invernale senza rondini,

un cielo d’oro ancora senza stelle.

Grava sopra le palpebre l’ombra

come una lunga mano velata

e i passi in lento abbandono s’attardano,

tanto nota è la via

e deserta

e silente.

Scattano due bambini

da un buio andito

agitando le braccia:

l’ombra sobbalza

striata da un tremulo volo

di chiare stelle filanti.

Gridano le campane,

gridano tutte

per improvviso risveglio,

gridano per arcana meraviglia,

come a un annuncio divino:

l’anima si spalanca

con le pupille

in un balzo di vita.

Sostano i bimbi

con le mani unite

ed io sosto

per non calpestare

le pallide stelle filanti

abbandonate in mezzo alla via.

Sostano i bimbi cantando

con la gracile voce

il canto alto delle campane: ed io sosto

pensandomi ferma stasera

in riva alla vita

come un cespo di giunchi

che tremi

presso un’acqua in cammino.

Imprudencia

Recuerdo una tarde de septiembre,

en Montello. Yo, niña todavía,

con una trenza fina y un hormigueo

de carrera loca hasta las rodillas.

Mi padre, anudado dentro de un pasadizo

excavado en una elevación del suelo,

me señalaba a través de una grieta

el Piave y las colinas; me hablaba

de la guerra, de sí mismo, de sus soldados.

En la sombra, la hierba fría y puntiaguda

tocaba mis piernas: bajo tierra,

las raíces tal vez todavía chupaban

algunas gotas de sangre. Pero yo ardía

con el deseo de dispararme para fuera,

hacia el sol invasor, para recoger

un puñado de moras de un seto.

Sventatezza

Ricordo un pomeriggio di settembre,

sul Montello. Io, ancora una bambina,

col trecciolino smilzo ed un prurito

di pazze corse su per le ginocchia.

Mio padre, rannicchiato dentro un andito

scavato in un rialzo del terreno,

mi additava attraverso una fessura

il Piave e le colline; mi parlava

della guerra, in sé, dei suoi soldati.

Nell’ombra, l’erba gelida e affilata

mi sfiorava i polpacci: sotto terra,

le radici succhiavan forse ancora

qualche goccia di sangue. Ma io ardevo

dal desiderio di scattare fuori,

nell’invadente sole, per raccogliere

un pugnetto di more da una siepe.

(Traducciones de Yuleisy Cruz Lezcano).

Antonia Pozzi. (Milán, 1912-1938). Poeta italiana que, desde su inscripción en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Estatal de Milán (1930), entró en contacto con reconocidos profesores e intelectuales como Vittorio Sereni o Dino Formaggio. El ambiente familiar privilegiado, de ilustre tradición cultural, contribuyó al amor que mostró pronto hacia la música, la escultura, el dibujo, y, en la madurez, hacia la poesía. Sin embargo, la aparente normalidad de su vida (como profesora en un instituto milanés) le resultó insostenible y decidió, en 1938, terminar con su vida. Salvo un ensayo sobre Aldous Huxley (“Eyeless in Gaza”), toda su obra se publicó de manera póstuma. De esta, destaca en particular el diario poético Parole (1939), recopilación de poemas escritos entre 1929 y 1938, y Canto segreto (1992). Si bien el nombre de esta autora se vio marcado por su trágico final, su obra ha sido reconocida por importantes figuras como Eugenio Montale, quien escribió el prólogo a Parole en la edición de 1948.

Yuleisy Cruz Lezcano (Cuba, 1973). Emigró a Italia a la edad de 18 años. Estudió en la Universidad de Bolonia y consiguió la Licenciatura en enfermería y obstetricia, así como un segundo título en Ciencias Biológicas. Trabaja en la salud pública y su obra ha sido publicada en diversos medios digitales.