Magdalena Pérez Selvas

I
Si a ojos luna y arándano a sonrisas,
tregua alguna que no dan fingimientos,
no destila el corazón por las mentiras
mas destila por las alas del deseo
que se agitan con violencia abrasadora
y se pierden no encontrando a dónde ir cielo.
Ya no puedo mariposas contener,
más parecen salamandras cuyo fuego
desde el pecho infunden rayos en mi piel.
Ya no quiero ser silencio por más tiempo,
soy estruendo por sus besos fríos callado,
terremoto contenido tierra adentro.
¡Ay, Amor, qué cruel es tu tiranía!
¿Es que acaso tus saetas has perdido
en clavándolas con mala puntería?
¿Por qué sólo a mí tus flechas han herido?
¡Hiérelo a él también, niño malcriado!
Cúrame con amor correspondido.
¿No ves cuánto mal me has hecho?
Cruel tirano, dame tregua y ten piedad.
Ya no puedo cargar cuerpo insatisfecho.
¿Por qué haces que me quiera Putifar
y en mi alma grabas copias de José,
y a José lo destierras de este mal?
¿Qué placer te da verme padecer?
¿Que no ves que este amor me está matando?
Cruel verdugo cómo ofusca tu embriaguez.
¿Cuánto tiempo puedo más estar luchando?
Ya José tiene a sus pies reina rendida
y Putifar halla en su cama cruel soldado.
II
No estoy malherida, Putifar,
sólo un poco abandonada de ti.
Y ya no quiero tus palabras
ni otra perla ni un rubí,
no más rosas, no más ropa,
no más seda ni marfil.
Aún dormido eres escaso
y yo soy cáliz vacío.
Ni siquiera un abrazo
me prodiga tu avaricia.
¿Y qué pasa si me hastío
de tus débiles caricias?
¿Qué si un día me decido
por saciarme tu rechazo?
Esta cama es muy fría,
cada beso es bajo cero,
cada roce es aburrido
y cada noche es invierno.
Mis sentidos aturdidos
no encuentran la salida.
Ya soy hielo derretido
sobre fuego, sobre anhelo.
¿No me escuchas en tus sueños?
Vives mundos erigidos
donde todo lo ignoras
y no ves que en mi desvelo,
agitados los sentidos,
el alma agoniza sola.
Has perdido, entendimiento.
Ha ganado el cuerpo ahora.
¿Aún duermes, Putifar?
¡Cuán honesto, cuán ingenuo!
Aquí yazgo a tu lado
agitada entre la ropa.
Con el fuego entre las piernas
y el frío en la boca.
III
Quiero ser sólo cuerpo,
¿no es el alma su atadura?
Convertido en enemigo
y en germen de las culpas
se entrega arrepentido
entre juicios, entre dudas.
Pero siendo sólo cuerpo
sin afán de trascendencia,
ignorando el pecado,
perdida la inteligencia,
entregado a la violencia,
sólo consigo colmado,
se convierte al alma en sierva
y en señor a los sentidos.
Y la causa de existencia
no sería caro motivo
de amor correspondencia
sino térreo regocijo.
¡Ríndete, alma!
No seas cruel remordimiento
traducido en castigo.
No seas cárcel de mi cuerpo
ni verdugo de mis vicios.
Echa a tierra tu ascenso
y libera mis sentidos.
IV
Zuleica tiende trampas hasta el lecho
y se pierde entre los brazos de su amante.
¿Quién dijo que el amor lo calma todo
si nadie dice que no a los antojos?
En dejándolo vacío de alma errante,
entrególe de su cuerpo cada trecho.
Esa miel es embeleso, es adictiva:
do no se gozan los dos no es vida.
Aquesta paz es falaz, es asfixiante.
Sabido es: ser no puede satisfecho;
el deseo es un fuego abrasador.
¿Díjoles nadie los peligros del amor?
V
Ya no finjas, Putifar, que lo ignoras,
cuando hueles a José en toda su ropa,
cuando le das un diamante, perla lo llora,
y cuando toda la corte la ve soñadora.
No le llores, Putifar, a tu amor frío.
Si Zuleica tiene el rostro encendido
es por los gozos que encontró en tu castillo
y su cuerpo que forjó éxtasis divinos.
¿No ves que Zuleica tiene un amante
al que espera cada noche suplicante,
que su gula insatisfecha es irritante,
que insaciable ve Josés en todas partes?
Ya no finjas, Putifar, cuánto lo quieres.
Ese hombre que te sirve de vidente
ya no sueña, ya no come, ya no duerme;
signos de común dolencia son, ardiente.
VI
¡Ay, Zuleica, qué castigo
caerá sobre tu casa
por haberla convertido
en un jardín de las delicias!
¡Ay, Zuleica! Arrobada
te deleitas en caricias
con tu cuerpo embebido
de ambrosía entre las sábanas.
¡Ay, Zuleica, qué noticias
correrán por los pasillos
si en el gozo de gozarte
te ha curado Amor las penas!
No importan las condenas,
peor fingir como cobarde.
¡Ay, Zuleica devino
de amada en amante!

Magdalena Pérez Selvas Ciudad de México (1986). Es Licenciada en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato. Durante 10 años escribió para distintos medios, entrevistando a personalidades como el premio Nobel de la Paz, Rajendra Pachauri. Ha escrito los libros de arte y fotografía México: memoria vibrante (2016) y México en contraste (2017). Entre su obra literaria se cuentan Mäywen (2019), novela resultado de sus estudios literarios en torno al concepto del amor en la novela de caballería (s. XII); y Poética de la ansiedad (2021), su primer poemario. Escribe y conduce el podcast literario Pupila Dilatada (2022), disponible en Spotify y YouTube. Actualmente edita ¡Goooya!, el periódico estudiantil de la UNAM.