Animales extranjeros (5 poemas)

Un trazo de pincel sobre el papel, el negro surgiendo del fondo blanco, la imagen al centro del vacío, la tinta desplazándose como el agua que deslava la roca, como las ondas desérticas de un jardín japonés. Más que una intención minimalista, una declaración de lo evanescente que intentamos apresar con la memoria, que resuena a lo lejos, en el momento que surge el poema frente a nuestros ojos. Ahí queda el trazo del calígrafo, pocas palabras en el vasto espacio. Pero estas, como los movimientos del pincel, deben ser exactas para dar con aquello que se busca. En los poemas de ‘Kioto’ nos encontramos con una forma plástica de la palabra que intenta capturar los instantes.

Según su autor, los textos están marcados por el influjo de “la poesía concreta brasileña de De Campos”. Si bien, la poesía concreta —que Haroldo de Campos fundó junto a su hermano—, se caracteriza por elevar la imagen del texto al mismo nivel que la rima, dando como resultado una obra pictórica del lenguaje que pondera la forma por encima del fondo, debemos señalar que, en sus poemas, León Plascencia Ñol no se limita a una mera expresión gráfica. Su oficio de artista plástico está ahí, sin duda, pero también encontramos pequeñas postales que nos recrean una historia: la poesía canta, se lee con los ojos como a un cuadro, y también cuenta algo.

Podemos acercar la serie de ‘Kioto’ a Yugen: cuaderno japonés, libro que en palabras del propio De Campos “es un vuelo, un entrevuelo. imágenes y palabras se entrecapullan y se liberan como (de las crisálidas) mariposas de alas levísimas que se convirtiesen en hojas y cayesen, que se convirtiesen en pétalos y se despetalasen, se convirtiesen en seda y se deshiciesen en los hilos voladores de un intermitente poema caligráfico”. Esta descripción también alcanza a ‘Kioto’; poemas elegantes que se van desdoblando sobre la página cual pétalos suspendidos en el viento. En ellos encontramos grullas, dragones, templos de buda y demás acontecimientos que suscitan asombro y misterio. De pronto no sabemos si estamos en un sueño extraño o si la realidad se rodea de esos detalles que a veces no percibimos. Entonces el poeta se convierte en testigo, camina por las calles de Kioto, recreando a Bashō extrae de su bolsa el pincel para plasmar la cotidianidad de la vida que no deja de sorprenderlo, después, el suspiro lo borra todo. Si algo queda de estos poemas es una belleza pura.

Los textos que a continuación presentamos fueron seleccionados especialmente por León Plascencia Ñol como una pequeña muestra de Animales extranjeros, su más reciente libro publicado por ediciones Era, no obstante, el lector no debe engañarse. En este último poemario, no sólo se hallarán motivos japoneses, sino la reconstrucción de una obra hecha de distintos viajes, donde convergen la pintura de Mark Rothko, la poesía de Anne Carson, la tierra peruana y la música, que jamás deja de sonar. Nos encontramos, por lo tanto, con una amplia gama del mundo personal del laureado poeta mexicano, que invitamos a los lectores de Campos de plumas a experimentar a través de todos sus sentidos.   

Chion-in

Nishiki-kōji ichiba

kamo-gawa

Matoba-dōri

El buda