Luis García Montero

Dentro de ese espacio cotidiano, habitado por las cosas de siempre, por las costumbres de los días, ahí donde todo señala algo detenido por el tiempo y que, sin embargo, se va hundiendo en un agujero de vacío; cuando se lanza la palabra y no se obtiene respuesta, cuando no hay contrapeso en la cama, cuando la piel no encuentra la otra piel para saberse correspondida; ahí en espacio cotidiano, cuánto se requiere para no morir también de ausencia.

¿Y cuánto tiempo se necesita para que no se llene de espuma la pluma? Cuántas horas, días o años, para que no salga polvo de la boca, y de una vez por todas se pueda purgar el alma, y continuar con la historia de nuestras vidas.  

«¡Maldito el que crea que esto es un poema!», escribió Jaime Sabines frente a la muerte del mayor Sabines. Y aunque lo considerara más un grito desesperado, una ola de sentimientos que debía ser contenida en un vaso de versificación, el poema se encumbró hacia las alturas líricas del siglo XX, como uno de los más recordados dentro de nuestra tradición.

Y es que no es fácil lograr un poema equilibrado cuando se trata de enunciar la muerte de un ser querido. Hay que imponer ciertos límites ante la avalancha de dolor e impotencia, para lograr, de manera paradójica, algo dotado de creación y valor estético. Ese es el caso de Un año y tres meses, de Luis García Montero; libro de poemas concebido a raíz de la muerte de su esposa, la escritora Almudena Grandes.

García Montero, como el máximo exponente de la poesía de la experiencia, se hunde en esos espacios cotidianos, todavía presentes, pero ya repletos de ausencia. Hace de cada rincón, de cada objeto, de cada conversación, la reminiscencia de aquella vida que, sin embargo, sigue siendo la misma; la que les perteneció a ambos y, de cierto modo, les sigue perteneciendo, desde planos distintos de lo real. 

En los versos hay una tristeza contenida, aunque puede más la esperanza mesurada, por ello, esta colección de poemas no son réquiem ni elegía, sino una carta de declaración – al modo de Quevedo en Amor constante más allá de la muerte– de que nada se va realmente, pues el amor sobrevive, más allá de nuestra condición finita.

Así pues, que el lector se encuentre con este testimonio de amor, uno de los más conmovedores escritos en lengua hispana de los últimos años, ofrecido por Luis García Montero para el aniversario de estos campos de batalla, nuestros Campos de plumas

Un año y tres meses (Poemas)