
La poesía de Víctor Palomo se oculta en el subsuelo, proviene de las catacumbas donde no entra el sol. Recelosa de la luz exterior, temerosa del ruido del mundo, sabe ser autosuficiente en su soledad, sabe brillar con luz propia, la luz de aquellos tesoros perdidos, sólo accesibles para unos cuantos afortunados. La fuerza y el ingenio de este pequeño mundo poético es innegable. Los versos descienden como la oscuridad de la noche, pero se conducen con claridad y alto oficio. Desde el primer poema de Cartas de amor a la señorita Frankenstein (Mantis Editores, 2019)damos cuenta de una obra diferente, extraña, conmovedora y monstruosa, como el amor mismo.
Con una breve producción (tan sólo dos libros de poesía y una novela), el poeta de Saltillo ha superado la prueba del tiempo. Sus versos vampíricos no envejecen, permanecen jóvenes, transmitiéndose entre susurros, de mano en mano, de boca a boca. Poco sabemos de su autor, alejado de las quimeras de la vida literaria, él ha sabido darles vida propia a sus poemas, ahora son ellos los que se desplazan con independencia, instalándose en los corazones de los buscadores de enigmas.
La colaboración de Víctor Palomo en el décimo número de ‘Campos de Plumas’ abre nuevas posibilidades para que los lectores de distintos rincones de Hispanoamérica se acercan a su obra. La selección de textos que ofrecemos da muestra del genio de su autor; poemas dinámicos, irónicos, bellamente tristes, atormentados, luminosos; poemas que, sin duda alguna, merecen un mayor reconocimiento; sin embargo, quizá uno de sus encantos radica en eso, en ser secretos, misteriosos, huraños, como los gatos negros; pequeños dioses solitarios de un mundo nocturno que pocos alcanzan a observar.