Philip Potdevin

Con un poema y una obra de teatro, que en más de un punto se hermanan, el autor de Metatrón (Seix Barral, Colcultura, 1995) hace una exploración de la esperanza y la impotencia que acompañan los dilemas de esta humanidad inmersa en un otoño incierto, siempre insaciable y desesperado, “como un largo suicidio que no termina de triunfar”: un alma que presiente la inutilidad del mal, tan persistente en esos que, sabiéndose vencidos, no esperan sino aquel momento donde certifiquen su fracaso, pero, como Prometeo, miren nacer en sí, de nuevo y diariamente, las entrañas condenadas. Tiempo estéril donde el hombre espera ser segado, sin llegar a serlo (y ese es su castigo verdadero): “Estos setos no se riegan con líquidos vestigios / Estos parques no se cierran con rejas de la noche / Estos bosques no se talan con hachazos al alma”. Aquellas son algunas líneas de “Noviembre en poniente”, poema que se podría entenderse, igualmente, como una introducción a “Mala conciencia”, obra teatral inédita, con un solo acto, que inaugura la sección de dramaturgia en la revista. Que el lector se abra a la dignidad que exudan sus personajes, miserables por un lado, y por el otro, hipersensibles, pero nunca resignados…

Noviembre en poniente