
El presente número de la revista cuenta con la colaboración de varias nacionalidades. Poetas en distintas lenguas piensan sobre el desarraigo y la extinción misma del yo. Con todo, Zhivka Baltadzhieva, por ejemplo, sabe que, a pesar de todo, el viejo Imperativo es inviolable: no cabe otra cosa, sino amar, «amar/ hasta a ti mismo. Y al prójimo / a su pesar». Junto a ella, Emilie Robert da su testimonio sobre tal asunto, pero el mundo se le impone en toda su crudeza, al punto de aceptar que una de las maneras de sobrevivir todavía un tiempo es olvidar los sacrificios del pasado, de ese Imperativo. Por supuesto, hay otras formas de afrontarlo, radicalmente distintas; Jorge Ruíz Dueñas escribe, por ejemplo: «…el tiempo era futuro / con el mensaje de los mancos y los ciegos / o las llagas del crucificado» (“Las restricciones del cuerpo”). Así, el lector encontrará varias respuestas a un problema que irá haciéndose más hondo y bifurcado conforme adelante en su lectura. Va a ser el amor al fin quien ponga condiciones, como lo hizo ver desde el principio Baltadzhieva. Josu Landa y Margherita Guidacci (traducida por Monserrat Mira) lo entienden, incluso, en la despedida. Pero, si los poemas de ambos no bastaran, el primero nos regala, en entrevista, un panorama de su poética, un examen de las influencias y los procederes que lo celan desde Bajos fondos (1988). Junto a aquellos, Rodolfo Mata se erige, desmonta y reconoce “en el vigor del ocultamiento” con cinco poemas donde el yo es materia de invención y extrañamiento…
A aquellos nombres, una ristra de creadores jóvenes se ha unido, incluso desde la cuentística. También la identidad de personajes como Herem, en “El huésped implacable” (de Elber Fabián) o de esos niños que se metamorfosean en “No los vi venir” (de Rosas Mirabal) queda en suspenso hasta el final. Lo mismo pasa con aquella narración de corte futbolístico que puede leerse como la venganza de una estrella, ahora en declive, que tal vez experimenta un episodio de disociación de personalidad después de la derrota. Ahora: la prosa de este número también se enfoca en hacer crítica de la ciudad, de sus tragedias (ignoradas) y sus personajes sobajados; de sus formas de marginación y sus ideales. Piénsese en “La Playa”, de Marcelo Juan Valenti, o “Cachetitos”, de Carlos Ramos. Y lo mismo en otros rubros: nombres como el de Mishima, Dostostoievski y Coetzee conducen a Krishna Avedaño, cuyo ensayo, “El naufragio del individuo”, publicamos en esta edición. Que sea el lector, con su experiencia crítica, el que dignifique la labor que ha habido tras el gran acto de amor, el arte que ofrecemos en el número presente. Aquí le aguardan voces de España, Ecuador, Venezuela, Argentina, México, Perú y Colombia, entre más países…
Comité editorial de Campos de Plumas