Sexta Presentación Editorial

Después de que la barca cruza por la niebla, las plegarias “hunden en sus viejos sedimentos / dudas que flotan”. Elsa Cross escribe lo anterior en Ganges, poema que insinúa al lector, atándolo a su duelo mismo, luces de ceniza, lajas de marfil, como esas flores que acompañan en el río a Cecilia, a quien lo dedicó, camino hacia la bruma. Pero el éxtasis también asoma en el instante de pensar la muerte, como afirma Cross en la entrevista que le hicimos, y asimismo en “Aquerón”, un poema inédito que presentamos, orgullosamente, en nuestro número. Pero este muestra, de igual modo, perspectivas múltiples que han puesto a prueba la cordura, en el mejor de los sentidos, como ha sido el caso del poemario Insomnia, de Stéphane Chaumet —y del que presentamos, por primera vez en español, seis poemas—, de los de Lucille Clifton, Prévert y el conocido director Sion Sono, como de las narraciones que, en algunos guiños a Cortázar, va de la fabulación zoológica (en “El tigre de San Aparicio”, de Alejandro Panting) a la crónica de más realismo (“Qué sola estás, Oaxaca”, de César Rito Salinas). Prosa preocupada siempre por hacer un perfil claro de la atmósfera rural en México y, no obstante, de moldear también un modo propio de narrar el desarraigo…

Justamente, el anterior va a ser asunto del ensayo de Belinda L. de la Torre, que habla sobre la expresión chicana en una narradora de final de siglo (y sus afluentes). Como siempre, el río se ha desbordado en nuestras páginas, porque al notar su gradación temática parece que no puede haber un solo eje que la defina… Y, sin embargo, como el desarraigo, vuelve a aparecer el tema inevitable y soberano de cualquier literatura que se precie: nuestra finitud. El admirable Jean Portante acaba un cuadro angélico con ironía curiosa: “Nadie le ató / un hilo al tobillo / como al evadido / del primer laberinto / no se ven tampoco / las alas tras la caída / nada sino las dos piernas / en forma de v / se diría el final de la guerra / y dos dedos gritando victoria”. Algunas rachas de electricidad convulsan, como en él, los poemas juveniles de Pamela Monge o esos que, desde Madrid, dan en su Muestra algunos «disidentes» como Charles Pouzols, Miriam Montano o Daniel Rabal. Pero ese mismo espíritu, además, concierta a poetas de renombre que, de nuevo, colaboran con nosotros (Luis Antonio de Villena o Philip Potdevin), o que lo hacen por primera vez, como la destacada joven que es Raquel Vázquez.

El río se ramifica sin fronteras indeseables. Más de ocho nacionalidades toman la palabra, la contienen y retuercen de bajada, en idas y venidas, hasta hallar la raíz común de este sentir quemante que ha recrudecido algunas vidas en las últimas semanas. Que su voz sea un homenaje para aquellos que han tenido que afrontar la pérdida y, con todo, salvan aún el tiempo necesario para leer, para escribir, para salir al paso en este humo carbónico, aguardando oírse unos a otros. Lejos todavía del faro, no sacamos fuerzas del terror; esta es la tentación continua de un año difícil, pero no ayuda a forjar un rostro. Que él, como el silencio, espere turno, porque incluso la desesperanza tiene fecha de caducidad. No nos desesperemos. No cedamos.

Los editores.
México, julio de 2020.