Octava Presentación Editorial

El encierro hizo de la mirada un boomerang, la acostumbró a asomarse desde la ventana hacia sí misma. Tal vez, impotente por la falta de aire, comenzó a trazar siluetas en lo oscuro, hasta encontrar de nuevo un sitio para ahondarse dentro de la casa, en el presente o el pasado. Si hay un signo distintivo en este Número 8 es la necesidad de hacer memoria (hablar sobre un ayer configurado, cada que se le cuestiona, de un modo distinto): Jorge Volpi piensa en el deber que asume un escritor de «no ficción», con todas las traiciones que ello implique, culminando en el alejamiento de este y su familia, su pareja o, incluso, sus lectores, en el texto De otras vidas que la mía. Una buena parte de nuestra sección de Crítica también adoptará ese tono: irá de los apuntes personales al escolio filosófico, siempre de modo riguroso (ejemplos de ello son Los nuba de Kau, de Carolina Arabia y La catábasis en la poesía de Jorge Teillier, de Marcia Batista R.)

Naturalmente, el lugar donde mejor se afirma aquella pulsación está en la lírica. Tan intimista como sorpresiva, la poesía de León Plascencia Ñol ondea visiblemente, “como el dragón / volador que / deja inscrita / su muerte a un costado / de las cosas”. Tal vez otro signo de este Número sean los elementos. Tanto el escritor de Enjambres como los autores que hemos presentado en la compilación peruana de “Tierra húmeda” ya saben, a cabalidad, mirar en torno. Ya lo saben otros, como Jorge Ortega, que es un fiel explorador del fondo acuoso de las cosas, sólo para regresar a tierra, al aire mismo y recobrar lo visto para los que esperan. Porque el agua, a fin de cuentas, nunca “asciende ni desciende / ni principia ni acaba: permanece / abstraída en su cauce”. Es de esa misma forma como harán las otras fuerzas para cobrar fuerza. “No voy a rendirme ante mi rostro / voy a encender la hoguera”, escribe Ana María Bustamante en Árbol de fuego.

Otros autores que han acompañado a los citados son Emilio Paz Panana y Juan Valenti. En todos ellos se percibe una tensión que es testimonio de los tiempos, aunque no cede jamás a aquellos egotismos caros a Latinoamérica desde el principio. Un mismo afán cosmopolita, desde luego, puede leerse en Miguel Ángel Real y en el eterno joven que es Félix Francisco Casanova. Pero los cuentistas de este Número tampoco ignoran, por su parte, aquel espíritu: hablan del encierro (léase “Insecto”, de Julián Penagos-Carreño) o la pandemia (como en “Fonavi”, de Susana Rozas, o “El sabor de los pecados”, de Mirtha Gómez). Sorben de la misma muerte y se disponen nuevamente a hacer memoria con los elementos y, al final, ir de regreso a casa, a los retratos infinitos, como el 8 y todos los lenguajes. No por nada, el búlgaro y el italiano (en la poesía de Vania Válkova y Claudia Piccinno) también se escuchan hoy en la revista.

Esperamos que el lector disfrute la lectura tanto como quienes hemos convocado a los autores. ¡Bienvenidos!

Los editores

Enero de 2021