Novena Presentación Editorial

Dos años después de los primeros poemas y relatos; las primeras traducciones y el primer ensayo publicados, la revista se ha vuelto una antena para que decenas de escritores velen su camino. Jóvenes y consagrados sin distingo, en más de 20 países, alzan este pararrayos que, rompiendo olas de malas nuevas, sobre todo, crece persistentemente. Pero si ello ha sido la premisa desde que empezó, Campos de Plumas no se asume como salvavidas. Al contrario: algunos hundimientos y horizontes socavados han hallado aquí una estampa justa. La literatura es testimonio antes que fuga, o fuga, pero no mentira. Hacer un túnel en prisión permite conocerla a fondo verdaderamente. Pueden dar palabra de ello los autores que acompañan este número, inclusive cuando ya hace tiempo nos dejaron, como lo es el caso de Anatoly Marienhof (pionero del Imaginismo cuya crítica a los años de la posrevolución se ve asentada en Cínicos). Guillermo Fadanelli, por su parte, ya un siglo después, nos hablaría de la manera en que Berlín se ve a sí misma luego del advenimiento del nazismo y su derrumbe atronador. ¿Melancolía y remordimiento? ¿Pesimismo y gravedad? Los alemanes, antes que eso, han conservado el «primitivo impulso del romanticismo» y la conciencia aguda luego de una era de bombas, divisiones y amenazas con significado universal. Las grandes urbes cuentan las fatalidades como los saberes: de Manhattan hasta Buenos Aires, los creadores de esta entrega han asumido, de manera oblicua o no líneal, la forma de habitarlas. Por ejemplo, Elisa Díaz Castelo va a rastrear entre cadáveres una «implosión de estrella diminuta», porque tenderá a ubicarse en las fronteras entre luz y muerte, entre drama y lírica. En otro extremo, narradores como Elsa Morante o Roberto Bardini, tratarán, desde la prosa, de llegar a esa frontera, sea a través de música o de contemplar a aquellos animales más cercanos a nosotros, pero nunca obviando la aspereza del camino.

Esta edición babélica de la revista sigue el trazo comenzado en la primera: un compromiso con su misma voz y la firmeza, entre los artesanos del lenguaje, de su vocación. En ciertos jóvenes se relaciona incluso con salvar la propia identidad, sea hablando diidxazá o tutunakú, como sucede, por ejemplo, con las que han formado el Colectivo Gusanos de la memoria (que también hoy publicamos). Creemos que el lector podrá encontrar en esta entrega, nuevamente, el ánimo para enfrentarse al clima que desde hace un año tiene el mundo, y que quizá es hostil, pero no infértil. No hay más prueba que el esfuerzo diario de quienes se sientan a la mesa para hacerse de un solar en el encierro y darle una memoria a esta época.

Los editores