Decima Presentación Editorial

En su ensayo sobre «el tiempo dibujado en piedra», Antonio León abunda en los contornos de una poética nacida en la aridez: “cuando se escribe —dice— toda superficie es terreno ganado al desierto”. Jorge Ortega sintetizaría para él, con devoción por lo terrestre, el cumplimiento fiel de los pronósticos «a expensas de la incertidumbre». Un aire de verdades similares, con igual aceptación del medio (agreste, efímero) donde se mueve, habita en la poesía de Gallardo Topete. El ejercicio poético para él es, igualmente, semejante al del cantero: “uno cubre de máscaras / la piedra, / modera aristas / y retrata muertes / que tienen rostro igual / al de la vida”. Pero en cada cual hay tiempo para distinguir el doble modo en que se dan las cosas (fantasmagorías, espejos reflejando espejos). De manera paralela, el tema de los cuentos cubanos que hemos compilado aquí será el engaño: en clave de suspense —con Un motivo para morir, de José Díaz Jiménez—, sucesión de enredos —Alguien en mi baño, de Pedro Luis González—, o tragedia —Rubí, de Luz Darién Fernández— la ilusión juega pasadas miserables (o felices) a los personajes, que en la indefensión total se creen dueños de sí y reciben como pago la certeza horrible de tener razón. Podría valer más, pues, la ruta que adoptó Giorgio Caproni (en uno de las traducciones que aparecen este número): “En caso de que no volviera / sepan que nunca / me fui. / Mi viajar / fue todo un permanecer / aquí, donde no estuve nunca”. A su lado, Víctor Palomo (quien, junto a Ortega o Gallardo, «intentará el lenguaje de las piedras»), Hubert Matiúwàa y Xavier Oquendo asumen los presagios de fatalidad en la extensión de su palabra. La lección es una siempre, no importando el tiempo que se vive: hay que «plasmar la pena» ahí, «en el seno de la tierra», como dice Shakespeare en alguno de los soliloquios principales de Ricardo II (y que también puede encontrarse en este número). Después ya de dos años de trabajo, nombres familiares y otros nuevos se presentan en nuestra revista: Catherine Pozzi, Irene Reyes-Noguerol, Dieter Quintero y Josu Landa, por ejemplo. Todos con el compromiso de arrancar también a la aridez un testimonio vivo de lo que es y no es, las deserciones de lo que sabemos y, en primera instancia, de lo que escribimos para estar en pie, sin horizonte claro, salvo por el sacrificio.

Los editores