
Una palabra fácil para definir el pulso de gran parte de las piezas que componen este número sería, sin duda, «brevedad». Pero, pensamos que las formas como el haiku, el microcuento o el drama de un solo acto aspiran, sobre todo, a un modo de la transparencia. Así que un término más propio para describir los poemas de Mariana González o Pablo Rodríguez, es quizá el de «aclaramiento»: la obra que se esfuerza por limpiar el agua trémula que habita un pozo cuyo fondo, incluso, da luz al que observa, haciendo que este ignore que se encuentra a gran profundidad. Lo mismo con los versos de Karmelo C. Iribarren: su engañosa delgadez encierra la certeza enamorada o la sorpresa amarga, hasta que los lectores se dan cuenta solos de que, en ocasiones, «vivir se reduce a esquivar sueños». Desde luego, la historia de los poetas no es la de vivir a cualquier costo, por lo mismo. Más vale ceder, caer en la red del sueño, ahogarse en ese pozo del que hablamos, para así «llegar, de sombra en sombra, a la mejor de todas», como refería Antidio Cabal en uno de sus Epitafios. Y esta vez, en esas sombras, se ha asomado Grecia Antigua, el pasado mexicano más originario, e incluso las leyendas de aquelarres, en España (“Bálsamo de Absenta”, de Mariana Viveros, da una muestra de ello). Pero de la misma forma hallamos la mirada que, cernida sobre los incendios, va contra el silencio cómplice de algunos ante la aridez actual, (véase, por ejemplo, “Se incendió la Amazonia…”, de Blanca Berjano) o, como contrapunto y con voz más templada, nos invita a una “Fiesta de náufragos”, que en la «ebriedad bajo la regadera» igual puede llevarnos frente un dios que con la propia «sangre sepultada» (he ahí los poemas de Fadir Delgado).
A nadie extraña ya que en el presente lo siniestro aguarde, justamente, donde debería posarse la inocencia. Este es el tema de “El vendedor de bombas” de Marvin Castillo o de “Ángeles” de Kalton Bruhl, ambos autores centroamericanos que despuntan actualmente, conviviendo aquí con más creadores de renombre, como Philip Potdevin, cuya obra “Mala conciencia” inaugura la sección de teatro en la revista, y Pedro Serrano, que presenta “La llegada”, un poema que formará parte del libro inédito Lo que falta a la nieve. Esta es apenas la bandera del conjunto tan variado de cuentistas, críticos y poetas que, venidos de Colombia, Perú, Honduras, Francia, Costa Rica, España y México han nutrido el cuerpo de este número, sin que haya habido tiempo de citar a todos, pero que sin duda acogen el espíritu de riesgo y lucha contra aquello que, en la falsa claridad, se da cómodamente por sentado.
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