Memoria neón

Karla Hernánez Jiménez

Arte: Ricardo Cruz

Árido, no había una mejor palabra para describir el estado del planeta Teluis luego de haber pasado por una larga guerra en contra de la Federación Intergaláctica, la cual había dejado al planeta en un estado de aniquilación difícil de ignorar, cuando antes había sido un espacio dotado de grandes riquezas naturales que ahora eran tributos para los vencedores. En medio de las ruinas de aquel planeta, los pocos teal que aún no habían sido masacrados o vendidos como esclavos trataban de sobrevivir a la devastación en la cual estaban inmersos, subsistiendo con los nutrientes que lograban sacar del suelo arruinado debido a las armas químicas de destrucción masivas que se habían usado durante las guerras.

Una de esas familias era la de Marfa H. Ella había nacido durante la última década de la guerra, en uno de los momentos más críticos en el uso de los rayos vaporizadores que sembró pánico entre los teal. Cuando Marfa era niña, la guerra, y morir como consecuencia de la misma, le daban un miedo atroz. Ahora, habiendo cumplido la mayoría de edad, su mayor miedo era el futuro incierto que, por lo visto, no le deparaba alegrías instantáneas.

El futuro se construye con base en eventos fortuitos que van ocurriendo en el día a día. La joven teal lo entendió el día en que un conocido traficante ignotus llegó a la puerta de su casa buscando a sus padres. Apenas estaban reunidos todos en el improvisado salón principal cuando el traficante soltó con toda naturalidad que la belleza de la niña se estaba desperdiciando al permanecer en Telius, que lo mejor era que saliera a buscar un futuro mejor en algún punto más próspero de la galaxia, ya que si permanecía ahí terminaría siendo la compañera de un pobre desahuciado como tantos otros que había en el planeta. No, ella merecía más que eso.

En verdad, su aspecto adorable no encajaba en lo absoluto con aquel planeta en ruinas. Al final, el traficante logró convencer a los padres de Marfa de que la mejor opción era ser vendida como camarera a un burdel en Ciudad Paraíso; los convenció de que el atractivo cuerpo de su hija le brindaría oportunidades únicas, ya que su «contacto» le había asegurado que aceptaban personal sin tener en cuenta el planeta de origen, además de que la paga era bastante buena, mucho más de lo que cualquier habitante de Telius ganaría en un año completo de arduo trabajo. La decisión había sido tomada.

En cuestión de unos cuantos días, Marfa se encontraba en el embarque del teletransportador intergaláctico a la espera de ser llevada a su nuevo destino. Cuando sus padres se despidieron de ella, no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas lilas de sus ojos tornasol, ya que tenía el presentimiento de que nunca más los volvería a ver.

El hipersueño transcurrió sin dificultades. Cuando abrió los ojos, Marfa ya estaba en la estación de Ciudad Paraíso, esperando junto con el traficante ignotus por el transporte que la llevaría a su lugar de trabajo. Ella estaba muy emocionada, pues pensó que la ciudad estaría integrada de construcciones modernas, donde los grandes rascacielos apenas dejaran espacio para contemplar el firmamento galáctico. No obstante, sus sueños se desvanecieron en el firmamento cuando observó el cartel de bienvenida, en el cual podía leerse con letras grafiteadas superpuestas:

BIENVENIDOS A CIUDAD PARÁSITO

La ciudad parecía demasiado oscura, a duras penas lograba verse algo gracias a las decadentes luces de neón que parecían a punto de fundirse en un abrir y cerrar de ojos. Los individuos se arremolinaban en torno a los vertederos de basura y chatarra en busca de comida o elementos que pudieran emplear para la elaboración de su propia tecnología pirata.  La teal miraba todo el panorama con horror. Pensó que en su nuevo hogar no habría lugar para la miseria. Aun así, eso no fue nada en comparación con el momento en que el transporte por fin llegó al burdel en el cual trabajaría a partir de ese momento.

La fachada ya era un mal augurio. La pintura desconchada, los escombros, la mugre del techo y la destartalada marquesina donde se exhibían los nombres de las chicas eran suficiente para entender la decadencia del local. El único indicio de los pasados días de gloria era el letrero rojo en el cual estaba escrito el nombre del local: «ANTRAX».

Marfa no pudo evitar tragar un cúmulo de saliva seca debido a la fuerte impresión que recibió; no obstante, debía entrar para ser presentada ante su patrona. La Madame, una mujer perteneciente a la raza de los predatrix, miró a la teal de arriba a abajo y, después de un escaneo con sus ojos biónicos, hizo la seña para indicar que había sido aceptada.

Pero tendrá que someterse a las operaciones usuales, a los clientes no les gustan tan delgadas —comentó la mujer con una mirada feroz y una sonrisa de largos colmillos.

De nada sirvió que Marfa se resistiera, fue conducida al quirófano dentro del local. Usaron la anestesia local en ella mientras las máquinas se encargaban de cortar con un pequeño láser la piel y poner los implantes requeridos por los estándares del burdel.

Cuando la teal se despertó con un sabor amargo en la boca, su cuerpo ya tenía unos prominentes pechos, labios carnosos y unos glúteos redondos que ella jamás había visto. Aún le dolía el cuerpo debido a las cirugías, pero una voz proveniente del intercomunicador le informó que le quedaban menos de 24 horas para que terminaran de sanar sus operaciones. Ella no lo entendía, ¿por qué una camarera necesitaría un cuerpo como ese cuando sólo se encargaría de atender mesas?

El día en que por fin tenía que presentarse a trabajar había llegado. Pensó que le darían un uniforme sencillo, pero le ofrecieron un vestuario escandaloso que revelaba los resultados de las operaciones a las que había sido sometida. Se acercó al estrado central del local, tratando de cubrirse lo mejor posible debido a la vergüenza de aparecer en el escenario, tenuemente iluminado por luces fluorescentes y letreros neón, que apenas dejaba traslucir la figura del resto de las chicas que vendían sus cuerpos en aquel burdel.

La Madame sonrió cuando la vio llegar. Justo acababa de conseguir al primer cliente de su nueva chica, uno que había pagado una gran cantidad por ser el primero en pasar la noche junto a la teal. Marfa protestó, pero a esas alturas ya era evidente que su trabajo no consistiría en ser una mesera, sino en servir con su cuerpo a los clientes que solicitaran sus servicios. Las lágrimas no sirvieron de nada: una vez en el cuarto no hubo mucho por hacer más que seguir las instrucciones que la Madame le dio en su momento por el intercomunicador.

El cliente quedó satisfecho, pero la teal estaba destrozada.

Conforme los días pasaron, era evidente el éxito de la nueva recluta de Antrax, mismo que se podía medir gracias a las ganancias recaudadas.

—Has resultado ser todo un éxito, pero Marfa es un nombre poco apropiado para una flor exótica como tú. Desde ahora tu nombre será Trixie.

La teal solamente asintió con una leve inclinación de su cabeza. Tampoco es que tuviera la posibilidad de negarse. A partir de ese momento, Trixie sería su nuevo nombre, así la llamarían la Madame y el resto de sus compañeras. Ese nombre sonaría en los altavoces cuando requirieran su presencia en la pista de baile para ejecutar el baile de las mil lenguas de fuego que la haría sobresalir entre el resto de las reclutas del prostíbulo. Pero, sobre todo, ese sería el nombre con el que la llamaría su cliente más infame, aquel que cambiaría para siempre el rumbo de sus días…

Karla Hernández Jiménez (Veracruz,1991). Licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica. Lectora por pasión y narradora por convicción, ha publicado un par de relatos en páginas nacionales e internacionales y fanzines, pero siempre con el deseo de dar a conocer más de su narrativa. Actualmente es directora de la revista Cósmica Fanzine.