Insomnio heraclíteo

Winter Rico

Arte:  Irina Novikova

No se puede escribir sin luz, ¿o sí? Alguna vez lo intenté, no recuerdo. ¿O lo estoy intentando ahora? La estrella fugaz es lo más visible, lo más evidente que tenemos para mirar una fuga. La fuga es más fuerte que lo que se ve, que lo que aparece. Fuga, no escaparate. Línea de fractura. El fuego quema desde la superficie, ¿cómo quemará desde dentro? La luz-fuego de la estrella no es línea-puntos, son moléculas, infinitas tal vez, inconmensurablemente excitadas. Esfera que estalla. Lo estelar explota, pero no se le puede mirar con luz sino en la oscuridad. No se puede dormir con los ojos abiertos, con las luces prendidas. Negrura insomne padezco. No puedo llorar ahora. Demasiada humedad dentro, demasiado calor. Necesito sequedad. Vaporización del agua o sublimación. 

Los peces no hablan: silencio. ¿Qué sueña un pez? Duermen sin párpados. ¿Puras imágenes? Los oídos no tienen puertas. Perciben ondas acuáticas y se dan a la fuga ante la mínima percepción de un peligro relativo a su tamaño, velocidad, agresividad y dientes. Engullen o mastican, depende. El oído, órgano del miedo, percibe ondas sonoras. Dicen que los peces no escuchan. No lo sé.

Escribo a ciegas, a oscuras. Repelo la luz, la aborrezco ahora: amarga mis ojos. Los muertos apestan, los dormidos se apagan, los sabios tienen luz muy seca, lo amargo suele disecar, matar. Más amargo aun lo que escucho en mi interior: ¿mi voz? No más que la combinación de todas las voces que he escuchado, desde antes de nacer, antes de escapar de la caverna plácida donde era pez y antes de que me engullera la luz. Ni siquiera estoy hablando. Trato de escuchar algo de silencio. Múltiples planos chocan. Un fondo lejano, parecen motores; otro más cercano, algunas voces; un tema: grillo. Ritmo constante, poco fluctuante. Pulsa, pero los planos no pulsan por sí mismos, son planos, pulsan sólo si se entretejen sin orden aparente. Tensión-relajación. La armonía es algo muy complejo que no entiendo, no es sincronía solamente. Este tiempo ¿qué tan acorde está del tiempo antiguo, más aún, del tiempo arcaico? En la era del telescopio el cometa no irrumpe, la lluvia de fugacidades estelares es un pasa-tiempo, un transcurrir del reloj. Cometa-reloj. Estrella no-fugaz. ¿Dónde están las heridas del cielo, esas luces inauditas que sólo pueden mirarse en la mejor y más terrible oscuridad, en la desatención de un des-velo nocturno? 

Miedo. Alerta. Abro los ojos de nuevo. Otra vez no quiero prender la luz. Huyo de ese blanco que ciega, de ese azul artificial. Quiero ser fuga, pero no escapar, quedarme quieto. Quedarme dormido. El más sedentario deja de ser tal, el que no tiene rumbo ni sentido, el que no tiene punto de llegada y que no es punto ni línea, es el más nómada y el más veloz: huye. Es quien resiste mejor, el que puede detenerse a mirar una estrella, aunque no la anticipe. Sólo quien es tan rápido como la luz puede mirarla cuando es fugaz. Destino. Veloz, nómada, lumínico. Lo semejante suele unirse entre sí, pero el sordo no escucha aún presente, entonces el quieto puede ser muy rápido pues mira y escucha al mismo tiempo, al instante.

Cuando es de día, no quiero luz, pero no puedo escribir sin ella. Sólo callar y escuchar. ¿El sonido es negro? ¿Cómo suena esa centinela fugaz? Dicen que los astros no se escuchan porque carecen de un medio elástico. A ellos no les importa, de todos modos, se mueven como los dioses atletas que son. Los dioses no carecen de nada, ni de belleza, bondad ni justicia, sólo los hombres. En nosotros es donde hay bien y mal, enfermedad y salud, frío y calor, música y no música; sólo en nosotros hay medio de propagación para nuestro sentido y no-medio. Somos nosotros mismos un medio. Qué disparate. ¿Por qué a los planetas y a las constelaciones les importaría aquella elasticidad de un medio para propagar sonido, tan sólo para que un ser con ropas artificiales lo escuche, ¿qué les importaría a los celestes incluso la «plasticidad» de nuestras neuronas perceptuales, cada vez más rígidas y ensimismadas, cada vez menos elásticas? ¡Cuántas veces he dicho que para el pez el aire no es un medio elástico y por lo tanto no respira, así como para nosotros su agua no es potable! Claro que nuestros oídos y nuestros pulmones no pueden escuchar ni respirar fuera de nuestra esfera. Insensatez de los más, quienes se contentan cual si tuviesen luz propia, cuando esta nos viene de otro lugar como un regalo del destino. El sol no es un invento nuestro, tampoco los sueños. 

Los más pretenden progresar hacia la luna, conquistar otra esfera y vender el sol a cambio de tener encendidos sus espejos. Yo quiero evolucionar también, hacia el agua, una y otra vez eternamente. En el espacio carente de «medio elástico» me asfixio. ¿En verdad es espacio? Y si lo es, no es nuestro, ni el propio espacio atmosférico es de nosotros. Siete aletas en lugar de dos pies. El andar vertical cansa, desarrolla pies planos. Aletas o antenas para multiplicar, sabe hasta dónde, los puntos cardinales, hasta las dimensiones. El humano necesita aprender ecolocalización antes que ecología. Escuchar. El magnetismo es resonancia, el calor es vibración, la luz y los rayos X son ondas, igual que la nueva nube de los multiespejos. No estoy pensado. Para pensar hay que tener claridad. Son sentencias, eructos, sollozos y sonidos de una voz que no calla en mi oído “interno”. ¿De verdad viene esta voz de algún adentro, o viene de algún afuera que no puedo tocar? La quiero silenciar porque quiero dormir. Cinco minutos de descanso y quizá sí pueda pensar con claridad después. Secar un poco el agua hirviente en mi cabeza. Dejar drenar los pensamientos, que se vayan. Soñar, pues sólo muerte se mira en la vigilia. Preocupación, titiriteo, nerviosismo, pendientes, miles de pendientes. Fracturas, heridas, fuego vivo. ¿Qué padecimiento es este? ¡Callar!

La falta de soledad es una enfermedad. Todo el tiempo siendo para otro, todo el tiempo parece ruido, aunque no lo sea. Actores del ruido. Aparentes. Generando una ganancia. Hasta el tiempo se gana. La falta de espacio es otra enfermedad. Es lo mismo. ¿Es ruido tan sólo porque me es ajeno? ¿Puedes estirarte, destensarte, detenerte a tragar una más que gozosa bocanada (o aspirada) de aire? ¿Puedes detenerte a escuchar siete latidos de tu corazón mientras se infla el tórax, no lo contienes y tienes que vaciarte? ¿Puedes vaciarte acaso, lentamente? Carencia de espacio por falta de vacío. Carencia de tiempo por tener que ganárselo. Carencia de soledad: la enfermedad del siglo. Dicen que es el estrés, la falta de cariño y la violencia, para así poder vender el desestrés como la cura, la resistencia, el contra-dispositivo; para no ser violentos reapropiándonos del cariño. Se autocomplacen como el cerdo en el cieno y el buey con sus chícharos. Más dispositivos… Un estriaje más rígido a cada momento. Se necesita distensión para anudar mejor. 

Cortar todos los lazos, no por las líneas ni por los planos sino por los nudos: estallar en la máxima dureza. El colapso es fuga, incluso si te autoengulles. Agujero negro. No hay adentro ni afuera en la explosión. Ya todos saben que esos hoyos negros son alguna otra dimensión, algo que simplemente es negro porque los sentidos no pueden percibirlo tal como es: la dimensión que anhelamos conocer pues no hay recuerdo alguno de ella. El vértigo es lo más propio del oído-estómago como el morbo lo es del ojo-mente. El corazón es el punto medio entre los dos, así como es el blanco del arco que asesina; punto medio de las venas y arterias que son las cuerdas de la lira. Somos una lira, una flauta, un tambor, un motor, un tronco hueco, un pájaro, un vaso, piedras chocando, volcán explotando; somos un pez.

Negrura total, soledad momentánea, inmersión y colapso. El día no es tuyo ni la noche, sólo la madrugada. ¿Cuánto espacio-tiempo tienes, cuánto aire es para ti? ¿Cuánto de ese “medio elástico” que buscas fuera del planeta puedes respirar, escuchar, detenerte a explotar con él? Sólo tienes el insomnio y la oscuridad, donde quizá aparezca una luz fugaz, pero sólo si no prendes esa odiosa luz. ¡Ah, sólo la música del silencio, el agua primigenia de la que todo viene y hacia lo que todo fluye, me ahogará, me mecerá hasta quedar dormido eternamente!  

Winter Rico (Ciudad de México, 1991). Estudió las carreras de Instrumentista (percusiones) y de Filosofía, ambas en la UNAM. Como escritor, en 2019 ganó una mención honorífica dentro de la categoría de Ensayo Creativo en el concurso 50 de la revista Punto de Partida de la UNAM. Su trabajo, tanto musical como literario, se caracteriza por el lirismo, la improvisación y la exploración experimental.