Yo sugerí la invención de un J.E. Adoum o clases para hablar en post-ecuatoriano

Juan Romero Vinueza

Arte: Renatta Vega Arias

Yo sugerí la invención de un J.E. Adoum o clases para hablar en post-ecuatoriano

para aprender español      
es necesario un poco de energía

para comprenderlo
hace falta mucha paciencia & míltuples fracasos        

para hablarlo bien  
es indispensable conocer otros países hispanos        

pero no estamos aquí para hablar de lo español        
mejor concentrémonos en eso que llamamos lo ecuatoriano:         

ese ínfimo territorio kamikaze sobre una franja que no se puede ver         
división de las divisiones de un continente divisorio que fue dividido         

existen diccionarios que ejemplifican el habla coloquial       
de este equinoccio con nombre de una línea que no existe pero que permanece          

sin embargo, su idioma no es invisible
tampoco es un tiro al aire (¿o quizás sí?)         

más bien es un presuroso eje de presuntas preguntas         
que se esdrujulizan detrás de las montañas & sobre los mares      

un lenguaje que funciona como gramófono averiado
post-incaico / pre-gringo / cuasi-hispano /        

sub-grancolombiano / pseudo-peruano

la pregunta en realidad debería ser       

¿se puede aprender a hablar en post-ecuatoriano     
sin aún conocer lo que es el ecuatoriano neutro?


the places where we were happy also die

me interesan los espacios, los territorios, los lugares, pero  
sobre todo me interesan los no espacios, los no territorios,
los no lugares, porque en ellos hay que caer muerto, porque          
en ellos podemos reconocernos y ser, pacíficamente, unos
individuos felices, o quizás no, quizás no lo seamos porque            
no necesitamos de una superficie realmente tangible, ruido,           
y espuelas de caballo, para decir que somos los portadores           
de una felicidad igualmente tangible, porque la felicidad es
viento, una hoja de papel quemándose, rutas sin destinos,  
armas calientes, libros de malos poemas que comunican el            
mensaje implícito de que yo puedo hacerlo mejor, que mi    
vida tiene algún significado, que mi vida es ese lugar feliz,  
sin sentido, sin colores, sin espacio y sin tiempo, en donde
he podido desarrollar una inmensa cantidad de ideas que   
me llenan o me vacían, temperaturas anaranjadas, cactus  
verdes y con espinas que me pueden herir sin pensarlo       
dos veces, porque mi cuerpo es un globo lleno de aire,        
porque no puedo estar muerto por dentro porque mi
yo interior no existe, por eso, y para eso, camino sin
rumbo, pensando en los lugares donde creo que he  
sido feliz, y descubro que han muerto, y que lo han   
hecho sin pena ni gloria, que han caído sin vergüenza         
alguna en el extravío, o tal vez que jamás existieron,            
porque mi felicidad, como todo lo que ha salido de    
mis labios, siempre ha sido un objeto invaluable, sí,
un bello objeto sin valor, siempre anclado a lo irreal,
como el agua tibia de un oasis perdido en el desierto


traveling across an imaginary texas

entonces, miro el desierto, viento cadáver, carretera sin final,        
terreno irresoluto, irascible e infinito, donde toda la verdad se        
presenta a sí misma como una muerte sin fin, como un espiral      
de arena, de sed, de destierros involuntarios, pero así me uno      
y así huyo de ti y de mí, porque en el fondo lo único que he            
querido ser es un columpio de mimbre perdido entre la arena,       
aunque también he querido repensar lo que unos cactus o un        
mar silente, lúgubre y feo, podrían significar en la vida, esta vida,  
que se ubica detrás de un mapa que me guía pero me pierde más,          
que me difumina sobre la tierra y que me dice que no existo aún,  
que no importo en lo más mínimo porque soy lo mismo que otro    
nombre cualquiera que se ha perdido y se ha convertido en otro    
cesto de mimbre que sigue columpiándose sin cesar, sin cesárea,
y, entonces, me miro, búfalo sin ilusiones, esperando la caída,      
y pienso qué más podría decirme el desierto que no trate sobre     
el conocimiento de los cráneos que estoy pisando, de los cuerpos            
que escapan de mi memoria, ave frágil, voz horrísona, porque       
no hay manera de que exista el tiempo más que en el frío de mis  
huesos, en mi piel roja quemada por un sol solitario, solipsista,      
prófugo de la noche y de la palabra amanecer, amante disecado,
como yo y mis manos cansadas, como yo y mi jeta sin líquido,      
como yo y este poema imaginario, como el desierto, mar sin          
retorno, con olor a caballo y nopal, como yo mismo, mal de
todos mis males, que me muero sin saber por qué y que vivo         
porque desespero en la búsqueda de una verdad, dibujada en el
brillo de la arena que destroza mis ojos, ojos, tan tiernos mis ojos

Juan Romero Vinueza (Quito, Ecuador, 1994). Poeta.B.A. en Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato. Es co-editor del blog Cráneo de Pangea y ha colaborado con diversas revistas en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. A la fecha, publicó Dämmerung [o cómo reinventar a los ídolos] (Ed. Liliputienses, España, 2019), Lírica fracturada para traductores tristes (GAD, Ecuador, 2021), e ínfimo territorio kamikaze (Municipalidad de Lima, Perú, 2021), entre otras obras que le han hecho merecedor de varios reconocimientos. Ha realizado también la traducción (al lado de Kimrey Anna Batts), de País Cassava / Casabe Lands (La Caída, Ecuador, 2017) y fue uno de los ganadores del Certamen de Ensayo Luis Alberto Arellano —su texto forma parte de Erradumbre (Mantis, 2021).