Jean-Luc Godard: Adiós al lenguaje

Sonia Rangel

Arte @Zeruch

El 13 de septiembre del presente año, se despidió del mundo material Jean-Luc Godard. Director caro, símbolo de la nouvelle vague, contestatario, poeta de la imagen, ojo de la transfiguración del lenguaje; sin duda, sus filmes marcaron la cultura de los años 60 y 70 en Francia y, por extensión, la estética universal que estaba cambiando de manera intempestiva. Las cintas de Godard no siempre fueron fáciles de interpretar, requerían un esfuerzo intelectual del espectador, esto hacía que ponerse frente a la pantalla fuera un acto subversivo, de actividad reflexiva, de auténtica libertad.

Sonia Rangel se ha posicionado como una de las referentes actuales para pensar el cine desde una clave filosófica. Es por eso que, en el siguiente ensayo, que también es un sentido homenaje, hallamos puentes conceptuales que arrojan luz en torno a las inquietudes del artista parisino. Así pues, con las siguientes palabras, decimos adiós a Godard, adiós al lenguaje.

“Si el hombre no cerrara soberanamente los ojos,
acabaría por no ver ya lo que merece ser mirado”.
Georges Bataille

Bergala señala que para Gordard el cine siempre ha sido una preocupación ontológica. Godard trata de dar respuesta a la pregunta de Bazin (¿Qué es el cine?), y así podríamos pensar la obra del cineasta francés como una serie de ensayos que se desprenden y tratan de dar respuesta a dicha pregunta. Proceso discursivo y digresivo a través del cual el cine piensa y se piensa así mismo: montaje, mi bella preocupación. A esta se encadena una segunda preocupación, esta vez por el lenguaje cinematográfico: la articulación de las imágenes visuales y sonoras por el montaje, siendo esta la forma, la operación de pensamiento fílmico. Así, la pregunta por qué es el cine es indisociable de la pregunta por los elementos del «lenguaje» cinematográfico. Según Bergala:      

“Él [Godard] quiere a la vez ontología y lenguaje, igual que desea a la vez el mundo como ruido y caos y la pureza de la música, el temblor del instante único y la nostalgia de la repetición”.[1]  

Adiós al lenguaje (Fr. 2014) se articula en cuatro movimientos entre la naturaleza y la metáfora. Filmada en 3D, es una serie de planos fijos en donde Godard se pregunta si lo no pensado contamina a lo pensado. Pensamiento del afuera, que quiere decir fuera de la representación, fuera del discurso cinematográfico; proceso a través del cual las imágenes visuales y sonoras devienen heautónomas. Imagen neutra que piensa, a la vez que se piensa así misma: imagen de imagen. Así, la imagen-cine nos lleva a ese afuera en donde la mirada es borrada (efecto de ceguera que nos deja ante la simple evidencia de las cosas). En este sentido, para Blanchot el afuera es el espacio neutro, fuera del lenguaje del sujeto, mientras que para Godard, en el mismo sentido, el afuera sería fuera de la mirada del sujeto. Efecto de fascinación que, según Blanchot, “se produce cuando, lejos de captar a distancia, la distancia nos capta, nos asedia.”[2] La fascinación es el estado neutro, la pasividad del afuera de lo visible-invisible, el intersticio, la falla o fractura en donde habitan la ceguera y el silencio liberando las potencias del olvido. Des-obra, ausencia de obra como descentramiento o desvío, en donde cesa el discurso, la palabra, el escribir y el filmar, pasividad en dejar-ser atraídos por el afuera. Godard lleva hasta el límite la potencia de la imagen, en un 3D que más que hacer ver, nos obliga a cerrar los ojos, a retraer la mirada ante la incandescencia de las imágenes, a la vez que el ruido estridente de la amplificación sonora nos lleva a taparnos los oídos.


Mostrar, revelar, exponer a la vista, hacer visible y audible supone una palabra de olvido, ojo sin mirada, la experiencia del afuera: la fascinación. Adiós al lenguaje emplea también como recursos expresivos series de encuadres atípicos, des-centrados o des-encuadres, giros de cámara o inversión de la perspectiva de las imágenes, tanto visuales como sonoras, repeticiones y loops visuales y sonoros. Implementación también de un silencio visual, pantalla negra donde hablar es hablar, mostrando a la vez el intersticio entre hablar y ver; dislocación, disociación y desfase de la percepción. Afuera, en donde hablar es hablar y ver es ver. Des-obra que a la manera de Blanchot es la ausencia de obra, en la cual cesa el discurso para que surja fuera de la palabra, fuera de la imagen, fuera del lenguaje, en la potencia del anonimato: mostrar el movimiento de filmar como revelación del afuera. “Ver tal vez sea olvidarse de hablar, y hablar es agotar en el fondo del habla el olvido, que es inagotable.”[3]     

Imagen-desastre, límite de filmar que nos pone ante la imposibilidad de filmar como ceguera y silencio ante el acontecimiento. No-poder, pasividad y contra-tiempo expresados en un montaje disruptivo, interrumpido, fragmentario. Limite en donde filmar o no filmar pierden importancia: imagen-desastre. Imposibilidad de filmar lo que nunca fue presente y que por lo mismo no puede ser re-presentado: el acontecimiento como entre-tiempo pasado-futuro que esquiva, se desvía y fuga del presente. Desvío que destruye el sentido: non sens. Siguiendo a Blanchot:

“Debes escribir —y en el caso de Godard deberíamos decir filmar— no sólo para destruir, no sólo para conservar, para no transmitir, escribe –filma– bajo la atracción de lo real imposible, aquella punta de desastre en que zozobra, a salvo e intacta, toda realidad.”[4]

Lo fragmentario y la repetición aparecen como potencias de desastre. Adiós al lenguaje muestra la inmanencia pura, el afuera en donde, según Bataille, el animal se encuentra en la naturaleza como el agua en el agua, son lo mismo. Afuera que sólo sabemos por la mirada del animal, del perro como habitante nómada del afuera (intercesor que nos hace ver que el hombre, cegado por la conciencia, se vuelve incapaz de ver el mundo, reduciéndolo a imágenes que cada vez más nos invaden matando el presente, rechazando el advenir del acontecimiento). El filme muestra a la vez la ausencia o imposibilidad de comunicación, de comunión, la perdida de la comunidad y del vínculo con el mundo, la naturaleza y la vida. Así, la comunicación es posible solo en la sincronía rítmica del acto amoroso, danza que en la ceguera nos dirige a la luz, silencio que hace vibrar los cuerpos. No hay imágenes del amor, no hay palabras para decir lo que acontece entre-dos: adiós al lenguaje. Godard expone el halo que envuelve a todo lenguaje, a toda representación, el ser solo una metáfora, un eco distorsionado y lejano del acontecimiento.           

Articulo completo aparecido en F.I.L.M.E.  


[1] Alain Bergala. Nadie como Godard. Paidós. Barcelona, 2003; p103.

[2] Maurice Blanchot. La conversación infinita. Monte Ávila. Caracas, “Hablar no es ver”               

[3] Ibid; p. 66.        

[4] Blanchot. La escritura del desastre. Monte Ávila. Caracas. p. 39.

Sonia Rangel (Ciudad de México). Doctora en Filosofía por la UNAM. Es profesora de Ontología y Estética en la Facultad de Filosofía y Letras, así como de Filosofía del Arte en la Facultad de Música de la UNAM. Parte de su trabajo se ha publicado en las revistas Icónica, La Tempestad y Shangrila. Es autora de Ensayos Imaginarios. Aproximaciones estéticas al cine de David Lynch, David Cronenberg y Béla Tarr y Nicolás Pereda (Editorial Ítaca, 2015), con prólogo de Jorge Ayala Blanco.