Agua/cero (Poemas)

Sergio Heriberto

Arte: IzArt

Agua/cero

Unos fermentos de luz bajan a tu espina

Sentirás en ella cómo tira el día

porque el hervor espera en el afán

de un cielo consumado, apenas visto…

Algo te espera en otra ave sin tierra

pero tu arca avanza contra un sello

que repele espumas / salvo cuando acechas

Sin llegar al borde, cruzarás por su

abundancia de agua / inútilmente caída

Sólo tras la lluvia, al fin la tierra de da tiempo de beber…


Se volcó de nuevo, regresó a los fondos…

En medio de medusas, el camino fosforece. El mar no ha amanecido en su hora. Pero aquí no hay gravedad, de cualquier modo; sólo nombres que se olvidan al decirlos, un espacio helado que envilece, entre radares lentos. Él sabe que no lo esperan, sin embargo. Es un fantasma insólito que se da cuenta de lo que es. Quizá ha perdido la garganta y crece la vegetación bajo su casco. Una ocasión, quiso salir y anduvo en tierra, pero cuando fue advertido, sólo había preguntas burdas, comentarios tan escépticos… Ni un vaso de agua, ni el asombro del que escucha. Así que se volcó de nuevo, regresó a la ruta. Al descender, halló flores en bajamar. (No lo pensó: las entrañó en su boca, rota la escafandra). Tiene menos piel que entonces, y otros buzos han visto su momia al descubierto.

Sólo desde el fondo se podía mandar una señal de auxilio.


Súcubo

es un oleaje en celo que regresa leve

en la costura de esta boca al filo…

“Aquí llegó el verano sin embrujo”

dije, entre las manos abrumadas.

Regresé a tu larva, hallada a la primera:

cuánta sal bajo su carne persistente

amanecida con albor cerrado, con mi roce.

No hacía falta recordármelo:

supura mi reflejo, sumergido in albis,

lo persigues sin perder el paso

de neblina ardiente: sabes que

te espero, adentro, donde crece la ceniza;

otro te espera, con su levedad

haciendo germen en lo que has tocado.

“Aquí sólo hace un poco de calor, no hables de más”.

Y era un presagio de iris sin reposo:

apenas lo dijiste, regresé a un espacio

en el que yo estaba más cerca de mi carne, sin hartarla.

Hay que aprender a no decir de más, supongo,

nunca se ha tratado de otra cosa.

“No debieras ahora, déjame entregarme”.

Pero conversé desesperadamente,

defendí mi cuerpo hasta que amaneció.

No pude percatarme de que vives de eso, de la espera.


Fin de jornada

…y mi fantasma de electrones se aproxima débilmente, por inercia; algún hervor lo llama entre las teclas: su mirada, a ras de enero, llaga el sitio en que se imprime, sorbe la distancia, palmo a palmo. Cierro la pantalla y me hago nuevamente de un contorno. El iris se derrite mientras hallo, en tanto, una luciérnaga que se desangra. Cede la ceniza y rumbo a la avenida aprendo a describirla. Es sólo una luciérnaga…

Abandono la oficina. Todavía no recupero la visión, pero ya he vuelto a casa.

Sergio Heriberto (Ciudad de México, 1991). Es licenciado en filosofía por la UNAM, y actualmente forma parte del consejo de redacción de la publicación virtual Universidad – Diario Digital. Ha escrito artículos en Tierra Baldía y El soma, así como un libro infantil: Zapote y la criatura comelona (Callis Niños, 2015).