Sus pasos en la avenida (Poemas)

Samuel Rivero

Arte: Adara Sánchez Anguiano

Reconozco y admiro su belleza monstruosa.
Y me gusta.
¿Cómo puedo sentir pena por eso
si ni siquiera sé qué es?

 Sr. Soledad

I

Él sopla. Aspira. Ve.
Por la mañana,
en el aire
que se cuela          
por cada una
de las rendijas del puente,         
el canal,
el borde de una calle.

Aquí debería ir algo,
un nombre,
el acto de entrelazar experiencias,
pasos,
el grito de un peatón,
para que él se detenga,
observe a ambos lados
y decida empujarme.

II

Él sopla. Ausente. Ido.
La puerta entreabierta,
la gota que se derrama
y el bote del antiséptico
sin cerrarse.

La llaga abierta
y un nudo sobre la garganta,
cada sensación se convierte
en una uña enterrada sobre mi piel.

Intenta curar mis heridas,
sopla, con una suavidad
que roza con lo infantil.
“No temas”
se convierte en una voz profunda,
casi tan cotidiana como esa calle.

III

Él sopla. Respira. Supone.
Aunque encierro su rostro
entre mis manos
y trato de sostener
lo poco que queda
entre músculo y hueso,
la cuestión termina por definirse
mientras abro la puerta
y le permito caminar
por un paso de agua.

Esa calle,
de vuelta en la memoria
y que tres veces
nos permitió disfrutar
de la noche,
se convierte en el único punto
de una posible existencia.

Ya no temo cerrar la puerta,
ni dejar que el viento entre,
que mi piel se rompa
y las grietas aparezcan.

En el acto de respirar perdemos,
usualmente,
un misterio de vida,
la capacidad de abrazar
y ser abrazados.

Es en los pasos,
en el transcurrir de un día,
que las voces se conjugan,
el cuerpo regresa al abismo
y el entredicho de una herida
termina por cerrarse.


Pureza

Y sí, lo peor que me podría pasar sería
regresar en el cuerpo de otro
de otra… a vivirte.

 Luis Olaf del Lago

[Inicio de…]

que va y que viene en un ciclo
agua
intrincado laberinto de posibilidades.

           Lavar diario,
           lavar mundos,
           lavar el sino del deseo:
                      no laven más mi ropa de cama,
                      no laven más la sangre que cae todo el tiempo
           de una nariz y una fisura
que place,
sí, placentera.

Partes de metal que se construyen
y dan un aliento,
aquí se traumatiza,
quiere decirnos,
mientras no encuentro las monedas
que interrumpen el giro:

truena,

sé que están ahí

que las manchas se evidencian
y la piel absorbe el sudor del otro,
la esencia del otro

el olor que desconocen
el que les lleva a decir
“alguien más duerme contigo”

por ello, lo que no podíamos mostrar

se lo lleva el agua,
el canto del borde de la copa
y el click,
susurrando,
purgando,

que en ese instante [ya no] significan.

Pero ella sigue,
limpia,

discrimina la suciedad buena de la mala,
supone capas de ella,
las perfuma…

el olfato como un elemento de ausencia.

¿O de presencia?

Recuerdo haber olido como él
por un par de días,
lo noté,
quería que se notara.

Al final,
nadie asegura si habrá besos en los infiernos.

Samuel Rivero (Ciudad de México, 1992). Licenciado en Escritura Creativa y Literatura por la UCSJ. Becario del Festival Cultural Interfaz del ISSSTE Cultura (junio, 2018) y 3er lugar con el poema Ríos de tierra en el Certamen Internacional de Poesía Ayotzinapa a tres años. Poesía, verdad y justicia. Con Castálida aparece en la antología Químicas Sanguíneas (EBL/UCSJ 2016) y pertenece a la Colectiva Hipálage con la que ha realizado diferentes lecturas y talleres.