Antiguos molinos de viento (Poemas)

Rodrigo Arriagada-Zubieta

Arte: Jose Lobo

Antiguos molinos de viento

            Señores, vámonos poco a poco
            pues ya en los nidos de antaño
            no hay pájaros hogaño.
                  Yo fui loco y ya soy cuerdo:
               fui Don Quijote de la Mancha,
                 y soy ágora, como he dicho,
            Alonso Quijano el Buen
                                                 
Miguel de Cervantes.

Antiguos molinos de viento        
ni gigantes ni desaforados
palos secos en un paisaje
de gallos carnívoros y niños sin tránsito.

Eviten que yo sonría        
con el sonido de neumáticos resbaladizos      
y gire la vista hacia los intercalados anuncios 
que ofrecen una estúpida felicidad.

Y así nos dejamos engañar        
por la bella estación que se avecina     
como si nos alejáramos sigilosamente del desastre.

Déjenme despreciar el polen y el grano,         
la primavera sólo ofrece nalgas  
y senos de muchachas en flor    
como si fuera una hazaña enteramente nueva.

Antiguos molinos de viento        
ni librescos ni dignos de felice recordación.

Yo quisiera imaginarme más allá de todo bosque     
mirando el rio Tajo 
como si de él aguardara amor y aventura.

No poseo la juventud de Rimbaud        
pero aún tengo al mundo por rival        
y donde todo parece ordenado:  
árboles, flores, burgueses jadeantes    
que ahogan los calores,   
bien pudiera seguirlos a sus hogares,   
revolver en su cocaína como una chica coqueta       
sopla un beso con manos delicadas,    
seducir a sus mujeres asfixiantes de noches sin sexo         
y arrojarlos al insomnio con los ojos     
solitarios de monstruos.

Antiguos molinos de viento        
no hay quijotes ni doncellas.

Reconozco tras las máscaras    
que estos majos y majas son los mismos       
que estaban en los campos de Castilla,
en el camino de Kerouac,
y en Cibeles quemando combustible    
al traqueteo de la rueda.  
Apenas pedazos de hombres     
pintados por Goya desde siempre        
en cualquier paisaje donde uno más grande   
somete a otro en nombre de la libertad 
hablando del ganado y de cosas
que cuestan la vida a la imaginación.

Ellos sólo han cambiado de trajes        
exaltan la belleza de las máquinas,      
se narcotizan en bursátiles pantallas    
y pretenden hacernos olvidar     
que el martirio más terrible         
debe seguir su curso       
como en un puente de Eliot        
o en algún sitio sucio donde los perros 
continúan su vida de perros       
y la prostituta se vuelve a restregar el culo     
frente a un lavabo.

Antiguos molinos de viento        
no los quisiera recordar   
como un simple montón de palos
desplomándose en el cielo.

No permitan que las tabernas luzcan    
como el único frontispicio de las maravillas     
ahí donde nadie teme a la muerte        
y el corazón se enfría inadvertido         
ante un alto coro de vasos.

Levántense y den batalla.

Nuestras pinturas  
tienen menos piezas de artillería,
bayonetas y monstruos rugientes         
pero más ciudadanos inválidos.

Antiguos molinos de viento        

denmeuna imagen que disputar
con certeza alucinante a los sonámbulos.

En el peor de los casos se dirá   
que he muerto de locura  
y seré alguien, al fin.        


Monja de Toledo

Impenetrable ciudad        
luz fría derramada 
sobre los huesos de un cadáver 
en una catedral vacía.     
Invisibles atrios clausurados       
por la paz eléctrica 
bajo un intermitente cortejo        
de nubes pálidas    
que induce a la inmovilidad.       
En el mundo
los trabajos y los días      
tuvieron su final     
y yo soy el necio parásito 
de un planeta oscuro       
pero alguien todavía cree sacrificarse por mí.

Una monja que revolotea 
como una débil esperma herida por el fuego   
curiosa libélula con las alas pegadas al cuerpo         
en el jardín de todas las tardanzas       
se niega a volar a las torres de la Abadía       
y gira en sí misma incapaz de huir.

Hermosa bailarina pintada por Degas   
Resplandeciente    
                               tapado el rostro      
                                                 creciendo en delicadeza      
                                                                          grácil en las sombras       
inmutable como un mar de muertos.    
Sólo los niños se transforman    
en lo que ellos quieren en este lugar.   
Alguien me puso estas drogas interesantes.   
Estoy pensando rápido    
como si tuviera un hueco sobre el cerebro.     
Voy a tomar la forma de un poeta o de un fraile.       
Desde los dientes y la lengua     
rasguñaré las piedras mejor que los piadosos.
Seré un dios seductor      
que brota para aumentar la sed. 
Me extenderé hasta infectar el dolor     
en las encías de los demás        
despedazando todo
reduciéndolo a nada        
y las santas trashumantes que odian la tierra 
se me acercarán como a una estrella   
para morir hace un millón de años        
igual que yo.


Omnia sol temperat

      Omnia sol temperatpurus et subtilis,
          novo mundo reseratfacies Aprilis,
      ad amorem properatanimus
  heriliset iocundis imperatdeus puerilis. 
                                           Cánticos de Beuern

Veo la radiante cara del sol        
conducir hacia la luz el baile de la juventud,   
reanudar las flautas, ignorar la cicatriz del cielo        
ahí, en su ardor, derretir un invierno     
en el campo abierto de amores congelados    
donde ellos buscan a sus niñas  
con sus ardientes manos oliendo a hierba.

Y veo a esos muchachos desafiar        
el curso natural de la estación,   
destrozando el carozo del fruto inmaduro       
con apuro de tedio semanal,      
tocando senos y nalgas   
con imprecisión inobservada,     
incordiando ritmos con la voz del corazón      
mudo de nervios    
ahí, a plena luz, musculosos bufones sin versos       
ni obsequiosos gorriones 
delicias de la doncella, Catulo,   
afásicos que no han visto aún el horizonte      
gimen la palabra hembra,
hurgan entrepiernas en la flor de su escarcha.

Es el grito del animal        
como una campana que anuncia la desgracia 
en el vientre de la mujer   
colmado de primavera.

Sabemos que de estos hombres no surgirá nada.

Quizás pétalos demasiado cansados    
por el aire lisiado de sueño        
o por la transformación de las semillas 
en el exorcismo de la muerte,    
un feto que bracea de espaldas  
ahogado en un océano negro     
espeso de cormoranes y sal.


A Bolaño

No he perdido        
lo que podría llamarse un país, Roberto

Tampoco he ganado un sueño

Es solo una pesadilla dentro de otra pesadilla 
que no vive en lo que tú dirías un espíritu       
más bien es un bosque lleno de veneno         
silvestre de hormigas       
que puebla de árboles las galerías de los sesos

Y a veces esa pesadilla se viste de Ninfa y me dice  
Zubieta, la hermosura es el hombre de Vitrubio        
la impudicia del Nacimiento de Venus   
de céfiros lascivos empujada hasta la orilla     
        — Simonetta Vespucci —   
dedos de algodón sobre senos pequeños y torneados        
firmes como puentes de París    
catedrales de Reims o de Toledo

Recoge tus hábitos y ve a verlos

Y yo pienso 
Europa es una monja calenturienta      
que muere de vieja en la revolución de los museos   
eyaculaciones de la bendita esterilidad 
en vientre de nadie
donde crecen naranjas ácidas    
diminutas espermas en un suelo pompeyano

Yo mismo vi lo que el hombre antiguo de seguro vio 
estatuas a punto de perder los sostenes        
originales de Eugene Delacroix — 1830—      
en VHS y clubes de ventanas sudorosas        
telas oscurecidas por la mirada oblicua 
           de las masas excitadas

Pero la sangre es una deuda pendiente
y esta primavera se decretaron  
leyes antimasturbatorias  
en todos los peep-shows del poder

Por eso llega la noche     
y en la pesadilla digo creer que sueño  
o sueño creer que digo

La belleza es un cielo de vidrios 
glaseado de animales muertos   
que se pudren infectos en todos los altares

La belleza es una puerta de Kubrick     
destrabando represas de las venas de los enfermos 
en salones de charcos psiquiátricos

No he perdido un país     
pero he ganado toda su violencia

Y a veces veo lo que el hombre creyó ver

Torsos desnudos que flamean al viento
como una estación llena de mujeres semipájaros

Y la belleza no es más que eso, Roberto

Tetas caídas libres de los ojos de la cacería

Cribando todas las plagas

Menstruando todos los falos.

Rodrigo Arriagada-Zubieta (Viña del mar, Chile, 1982). Poeta, traductor y crítico literario. Escribe de manera regular en la Revista y Editorial Buenos Aires Poetry donde es, además, Director de la colección internacional de poesía Pippa Passes. Sus poemas han sido traducidos al italiano, al inglés, al francés y al bengalí, publicados en medios de Chile, Austria, Argentina, Bangladesh, Venezuela, Colombia, Perú, México, Estados Unidos, Italia, Francia y España. Como poeta ha publicado los libros Extrañeza (2017), Hotel Sitges (2018), Zubieta (2020) y El Greco (2021), todos por Editorial Buenos Aires Poetry. Su trabajo ha sido antologado en su propio país por la Editorial Santiago Inédito, bajo el título Una Temporada en la cabeza (2020). En traducción publicó Cutty Sark (Poesía escogida), de Hart Crane (2020) y Thirties Poets (2021). Actualmente finaliza sus estudios doctorales en letras hispánicas en la Universidad Complutense de Madrid. Reside en Alicante, España.