Salvador Gallardo Topete

Exiliados de la luz
Exiliados de la luz caímos
a la nada,
como piedras rodantes
chocando amorosamente
entre sí,
incendiando de estrellas el firmamento.
Tu ombligo
Tu ombligo es
un remanso a mitad
del camino.
El cenote donde mi amor
llora desconsolado
la pérdida del paraíso.
Tropo
Clavel que gira
se desarbola.
Mana sangre
por la corola.
Porque lo amado está en nosotros
Porque lo amado está en nosotros
graficando su imagen,
antes del encuentro causal
que lo define.
(como la mancha de herrumbre en la pared
hace presentir el rostro deseado).
Porque el oído espera ya el registro preciso
de una cálida voz que comunique
su temblor esencial,
y el tacto, el roce de una suave piel de avena,
y la nariz aspira el aroma de la rosa
aún no nacida,
y la ávida lengua a la humedad
voluptuosa de su par.
Siempre nos enamoramos de nosotros mismos.
Versos Pantun (fragmentos)
No sé por qué los jueces
Requieran tanto estudiar
Si su misión estriba
Precisamente en fallar
*
La luz hiere mi retina
Con moléculas de plata.
Y yo que dejé los párpados
En el buró de mi casa.
*
Los niños ajolotes
chapotean en el agua
salpican de estrellas
y carcajadas.
*
La tarde se puso triste
al ver a un lagarto llorando,
si supiera por qué llora
no lo estaría consolando.
*
Un huele de noche de la plaza
Palidece de la envidia
De ver pasar a un mendigo
Que huele de noche y día.
*
La ciudad lava su cara
con el agua de la lluvia.
Aguascalientes recobra
por un momento su nombre.
Una escuadra de pájaros
Una escuadra de pájaros sin alas
vuela por el horizonte vacío.
El vacío se rompe
y los pájaros
aletean moribundos.
Sólo tú, estatuada en tu origen,
enraízas en tu sombra
y tu nombre, como eco,
te repite.
Sincretismo
Cadenciosa la hoja se cernía sobre el aire del espejo.
Eva desnuda, la hoja apetecía su mano alba de garzas,
La tomó y su sexo cubrió pudorosa, o ¿coqueta…?
El cachondo Adán llegó al paraíso
Y al ver el mono tras la verde floresta
Se convirtió en Homo Erectus,
Conciliando las sagradas escrituras con la ciencia.
Como a una nuez
Duro, como a una nuez,
abrí tu corazón con una piedra.
Un golpe y otro golpe y otro golpe
y la dura corteza se agrietó
cediendo a mi constancia.
Pero la piedra era mi corazón.
Y si el amor no fuera
Y si el amor no fuera
sino la sombra de una sombra.
La imagen de un espejo capturada
por los espejos del agua,
el ademán apenas insinuado
de un pájaro sin alas,
la ceniza de un fuego no iniciado…
Y si el amor sí fuera
No sombra de la imagen,
Sino sustancia en sí
Capaz de reflejarse:
No ademán, sí pájaro con alas:
No ceniza, sino llameante fuego.
Nocturno del espejo
Bajo la luz,
llora mercurio
la luna
de tu ropero.
Sobre la luz
el miedo,
de no verse ya nunca
de marinero
a barco anclador;
con un sombrero
copa de sombra,
cintas de hielo.
Transmutación
Las víboras cambian de piel
cuando el fastidio las colma,
se desnudan
frotándose
en lo que encuentran.
Allí dejan su camisón
y al día siguiente brotan
impolutas, como vírgenes flechadoras.
En el río de tu nombre
En el río de tu nombre
Sabelia, senda fluvial,
boga velera una barca
que baja descalza al mar.
En la aguadulce dormida
de tu nombre de cristal
quién pudiera,
marinero,
navío de esperanza
anclar.
Barroco
Uno arranca a las piedras
capiteles,
burila acantos,
serafines, flechas.
Descubre el ojo
que el tezontle oculta,
púdico cubre
el vientre de las rocas,
persigue geometrías,
inventa laberintos
y se pierde
en el trazo emplumado de serpientes.
Uno cubre de máscaras
la piedra,
modera aristas
y retrata muertes
que tienen rostro igual
al de la vida.
Uno se sienta
en angustiosa espera
a que el viento llegue
y con su lengua terca
devuelva intacta la pureza
desnuda de la roca.
Raíz del deshabitado
De tanto estar en los demás
me falto
para llena el pellejo de
mi nombre.
De tanto darme en cada abrazo
ya no me doy a mí
sino a los que me sacaron de mis huesos.
De tanto abrirme el corazón
me duele
no mi dolor,
sino el dolor de todos,
me duele el ojo que creció en el llanto
y el llanto mismo de mi dolor se duele.
Olímpica
Heracles en el Olimpo
fatuo carga
su gran esfera terráquea.
Negro atlante
escarabajo estercolero
sueña con su labor divina
y el mundo en sus espaldas
se resquebraja y fermenta.
Raíz para tu viento
Yo no lo quise,
ayer no lo quería,
huí en galope
cuando vi tu agua;
me revestí de piedra la epidermis
por no sentir el roce de tus alas;
me alfombré de estopas el oído
porque tu voz alondra no llegara
y ahora ya lo ves…
En el viento anidado en tu cabello;
en la flor no nacida, ahí te quiero.
Te quiero con los dientes,
con los ojos te quiero;
te quiero con las garras
que debí tener
para que tú, gacela mía,
no escaparas.

Salvador Gallardo Topete (Aguascalientes, 1933-2017). Poeta, narrador y editor. Estudio Derecho en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Junto con Víctor Sandoval fundó el periódico El hombre del búho. De su obra publicada se destacan los libros Caín y Abel (Paralelo/Espiga, 1960), Desanclaje (Paralelo, 1963), Raíces (Paralelo, 1963), No pretendo la voz: antología personal (Universidad de Guadalajara/Patronato del Teatro Isauro Martínez/Xalli, 1991), Un día de estos (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2001), Contorno del fuego (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Instituto Cultural de Aguascalientes, 2013), El investigador córvido (Ediciones Sin Nombre, 2014), entre otros. Fue editor de la publicación Disertaciones, además de ser miembro del consejo directivo de Talleres. Perteneció al Grupo Paralelo. Formó parte de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.