Xavier Oquendo Troncoso

A esperar amigos, cómplices, panitas,
ñaños, cuates, sombras mías.
A la espera, en la cola están los otros muchos,
todos los enemigos, todos los otros
que saben esperarme y que yo espero
y que se vincula con la angustia,
con estos días donde esperamos sol de noche,
donde esperamos lluvia desértica,
donde esperamos vientos celestes,
algas en los árboles, brasas frías en infiernos,
cuernos blandos en los toros, lobos locos en las calles,
armarios con trampa en las puertas,
sales en los postres, mantarrayas en los sueños,
carnes en los vinos, sangres en la historia,
rubias de claveles, muertes en las paces,
rocas de esponja en las cuevas,
sombreros sin alas en los calvos,
audacias de corrupción en los héroes,
cantos de demonios en las misas,
música en la frente, lunas en los ciegos,
aire de caramelo en la partida,
juergas y marchas en los viejos,
dueños en los pobres, cuerpos en la vida,
viajes en tortugas, cortes de palabras en parrillas,
ropas estrenándose en enjuague,
agua envenenada en la corriente,
sumas en los astros, caldos en inviernos,
bancos y columpios en los puertos,
mares en montañas, censos en desiertos,
zonas rojas en el alma, sartenes en paracaídas,
vidas deprimidas en planetas,
estrellas en las olas, dulces en las caries,
quimeras en las sopas, líos de cama en las iglesias,
ruinas en metrópolis, cansancios en mi almohada,
aretes en las nubes, surrealismo en este momento,
Y espera en esta espera.
El discípulo
No sé si sepas pescar, buen labrador de mares.
No sé si sepas nadar, trotamundos del espacio.
No sé si pueda enseñarte la labor de los pájaros,
lo que hace el viento luego de cada plenitud en huracanes.
No sé dónde irás a dejar el alpiste
para alimentar a las libélulas cansadas.
No sé, buen samaritano, discípulo de altura,
dónde queda la guarida en la que escondes el poder.
Tal vez pueda enseñarte a ver bien lo que ya ves
y a oler aromas antiguos, como el del pan deshaciéndose en el fuego.
No sé si oigas, como escucho, el grito de la campana
o si sientes igual la roca que palpo,
como esta misma piel con que me curto.
No sé, buen Academo, hijo de Platón,
si puedas reconocer en ti a Sócrates de Abdera
entregando tus cuadernos a Aristóteles.
No sé, buen alumno, si Galileo te preste las estrellas,
si puedas competir en matemáticas
con los gorriones numéricos de Pitágoras.
Tal vez el Liceo te quede lejos, en la montaña,
allá dan clases Hipómenes y Safo.
Allá se dicta la teoría de la primavera
y se revisa el mapa de aguas de los árabes, que debes aprender
para beber Dioses y conceptos.
No sé si pueda enseñarte alguna cosa, algo que no has visto:
como el petróleo antes de ser petróleo,
como el tiempo cuando se mueren las rosas,
como el vino cuando se avinagra.
No sé, buen discípulo, si puedas aprender
de mi libro borroneado y viejo y enfermo y deprimido.
Enseño a la vuelta de mi casa algunas vocales
y doy de comer poemas a quien pasa por la esquina
-aunque casi nunca pasa nadie-.
(Solo los lunes pasa la lechera,
dejando el oro blanco de las vacas).
Pasas tú, pero ya estás inscrito en otra mayéutica.
Igual, le doy algo de ruta a tu camino
mientras la lluvia moja mis libros
y tu frente no marchita.

Xavier Oquendo Troncoso (Ambato, Ecuador, 1972). Periodista, poeta y escritor. Es catedrático y editorialista en diversos medios de comunicación de su país. Ha publicado los libros de poesía Guionizando poematográficamente (Gráficas Barzola, 1993), Detrás de la vereda de los autos (Ardilla Editores, 1994), Después de la caza (Manglar, 1998), La conquista del agua (Libresa, 2001), Esto fuimos en la felicidad (2009. Mención de Honor, Premio Jorge Carrera Andrade, al mejor libro de poesía publicada en el año, Municipio de Quito), Mar inconcluso (-Ibook-México, 2014) entre otros. Es organizador de encuentros de poetas jóvenes en su país. Ha sido galardonado con diversos premios de los que destacan el premio “Pablo Palacio” en cuento y el Premio Nacional de poesía, en 1993. Es director y fundador de la editorial ELANGEL. Parte de su obra ha sido traducida al francés, portugués, inglés e italiano.