Amanecer en el sereno

Daniel Isaí Mata

Arte: Edith García 

A Kanan

I

La pantera me dijo que era un tigre,
un felino de cometas y manchas,
una piel de luceros y cristales.
Y me dijo que debía correr
entre la canícula de la selva
en el bambú opaco de su mirada,
en la libertad de la hoja en verano
y de un horizonte hecho de misterio.

La pantera no sabía que lo era:
estampa ni pintura de pantera,
ni que su piel era de sombra y noche
ni que su mirada la suave aurora
de su fantasía dormida e intacta.
Y me deliraba que yo era un tigre
y le soñaba que era una pantera
y juntos nos soñábamos creándonos
en las formas felinas del secreto
con figuras leopardas y fieras.

II

La noche cobijó con las estrellas
como un negro velo a sus ojos claros;

ojos de cristal, luna de miradas.
Y corrió de la sombra la pantera
en la espesura del bosque nocturno
transformando su piel con las tristezas
hermosas y distantes del crepúsculo.

Huida que se disipa en la distancia
con el rugido de un pelaje oscuro
con su trote de pasos y cenizas
con el pelo hecho de nevisca y escarcha,
con su volar de plumas en praderas.
con la piel de luna buscando el alba.

Y sobre la noche, nosotros éramos
de una fantasía estival y opaca:
como un sopor ajeno y ennegrecido
como una alfombra de maleza y sombra
como los juncos que mecen al río
en su pendular de muda campana.

Ya habrá otro día en que la sangre huirá
de nuestras garras a nuestros colmillos.
Ya habrá otro día en que entre los peñascos
se escuche nuestra voz en un rugido
como un cuerno natural y bélico
en la selva profunda en la que ahora
dormimos con canoros ronroneos.
Démosle lo que le atañe al ahora:
encantos de los senderos oscuros
que están tras los párpados y miradas.

III

No sé si fue mi tristeza en el río
de verlo en la orilla de arena y rocas
lo que me hizo mirar sus cicatrices
como flores hechas bajo sus palmas
cuando corrió en el filo del abismo
más allá de un astro tras las montañas.

Y se despertó mirando las mías,
mis cicatrices en calles e hileras,
en mis manchas que forman sembradíos
y campos de lumbre, trigo y amapola.

Y recordé aquella vez que me dijo
tigre en confesiones de epilepsia,
cáncer y depresión diagnosticadas;
que nos hacían pantera y felino
en ese calor de interior morada.

IV

Y ahí en el sereno no había espacio
para lo obsceno, ni para lo sucio,
ni para el silencio que habita al pecho
reunido y temeroso en sus latidos,
ni para el cazador con su fusil
ni para sus cárceles de amargura
ni para las tristezas con su capa

en el lento vaivén de nuestras sombras.

Y ahí en el sereno no había ruido
sólo el silencio de nuestros murmullos,
y el roce de la hierba con nuestros cuerpos
y el cantar del río en su quedo arrullo.

Fue entonces cuando nos llegó el albor
de la mañana en su húmedo rocío
y cuando nos vistió la roja luz
de la hojarasca bajo los gorjeos,
y cuando entre modorros jugueteos
nos hicimos imágenes de fuego
en la mañana de candela y sol,
en la cálida aurora del sereno.

Y me deliraba que yo era un tigre
y le soñaba que era una pantera
y juntos nos soñábamos creándonos
en las formas calientes del secreto
con figuras de plumas y lumbreras.

Daniel Isaí Mata. Estudiante de la licenciatura de Letras Hispánicas en la BUAA. Es editor en la revista literaria y estudiantil Pirocromo desde agosto del 2020. Sus textos han sido publicados en revistas como El Gallo Galante y Los demonios y los días. Obtuvo el segundo lugar en la categoría de poesía en el concurso de talentos universitarios 2020 de la BUAA. Participó como ponente en la tercera edición del Congreso Nacional de Creadores Literarios.