Todo quedó en cenizas

Álvaro Alarco

Arte: Camila Pedraza

La vida es un viaje, no una estación.

Lo único seguro es que te mueras

Las mangas de su polera huelen a kerosene. Es un olor desagradable para ella. Encuentra un bote de basura y arroja ahí la prenda pestilente.

Siempre pensó que él estaría ahí, que podría tener su apoyo incondicional, pero cuando recibió ese audio al WhatsApp, cuando oyó la determinación en la voz de Rodrigo, supo que su relación había terminado definitivamente. Aún puede oír aquel “Si deseas matarte, hazlo, ya no eres mi problema”. Ahora lo único seguro es que te mueras Carolina, se dice a sí misma, sin Rodri no eres nada. Vemos su andar firme llegando al puente Villena, lugar donde todo inició. Lugar donde será su fin.

Borrón y cuenta nueva

Todo quedó en cenizas, salvo algunas pastas de tapa dura que resistieron el actuar impulsivo de Carolina. Llegar al departamento y encontrar todos los libros consumidos por el fuego, las repisas chamuscadas e intencionalmente, sobre el escritorio, encontrar aquel ejemplar de El fuego que nos consume de Samanta Conelly. En ese instante supo que enviarle aquel audio no fue una buena idea. Quería terminar con ella, quitársela de encima y estar tranquilo. Un borrón y cuenta nueva, se dijo, comenzar todo de nuevo.

Orgullo y ego

Hoy es 24, fecha en la cual celebran un mes más de relación. Lo que no se esperaba era que él olvidara la fecha. El primer indicio fue despertar y no recibir ningún mensaje afectuoso, ni algún obsequio enviado por parte de él. Tuvo que tragarse su orgullo y ser ella la que le saludara. Él le pidió que se vieran al cerrar la biblioteca. Ella, para subirse el ego, se hizo la difícil y optó por confirmarle en unas horas. Rodrigo salía de la biblioteca a las 8 p.m. y Carolina se apareció con minutos de anticipación, esperándolo en la puerta de salida. Pasaban los minutos y no salía. Cinco, diez, quince minutos y nada. Pasando 25 minutos, lo ve salir acompañado de una chica. Los ve muy felices conversando. Se oculta y deja que ambos se adelanten, luego los persigue. La escena es perversa: ver a tu enamorado hablando con otra, y más aún, en su mesario. Ella es consciente de que nunca le confirmó si se verían, quería darle una sorpresa y terminó siendo sorprendida. Te daré donde más te duela, piensa Carolina, ahora tú serás el sorprendido.

Así se derrumbó este amor

Fueron meses intensos para ambos. Conocer el infierno de cada uno, los demonios que cargaban, ya que lo celestial era ínfimo en ellos. Se hizo presente la primera pelea y separación, la posterior reconciliación, el primer regalo especial; el primer engaño por parte de ella, el aborto de Carolina, el consumo de marihuana estando juntos, tener sexo bajo los efectos de una pastilla de éxtasis; el segundo engaño por parte de ella, la segunda separación, el primer intento de suicidio de Carolina (cortándose las venas), la reconciliación, las visitas al psiquiatra, la rehabilitación, la experimentación con cocaína; el segundo intento de suicidio (sobredosis de pastillas), lavado gástrico, alucinaciones, desinterés por parte de Rodrigo, dependencia por parte de Carolina, fingir interés por parte de Rodrigo. El sexo quedó en segundo plano, Carolina volvió a casa de sus padres, Rodrigo mantuvo la relación por lástima.

Así inició este amor

Este tipo de encuentros sólo les pasa a muy pocas personas. Enamorarse en una biblioteca, en ese lugar tan poco frecuentado…. Aquel donde trabajaba Rodrigo. Él amaba estar ahí. Ávido lector de libros de literatura e historia. Su etapa universitaria se la pasó leyendo toda la producción literaria de David Foster Wallace. Su admiración llegó al grado de colocarse una bandana en la cabeza y acompañar sus lecturas oyendo rap. Fue una tarde cuando se hizo presente Carolina. Llevaba bajo el brazo un libro. Estando en el mostrador lo registró para evitar confusiones y acusaciones incómodas. Rodrigo apuntó El fuego que nos consume de Samanta Conelly. Al devolver el libro pudo percibir el tatuaje en el brazo de Carolina que incentivaría la atracción hacia ella. La vio alejarse y acomodarse en un sillón. Al instante quiso saber más de esa autora desconocida para él y buscó en el internet. Samanta Conelly era una de las voces prometedoras de Norteamérica. Se le creía heredera de Flannery O’Connor. Luego buscó en la base de datos si contaban con alguna obra de dicha autora, pero no figuraba ningún registro. Se pasó las horas observando a Carolina y pudo percibir algo fenomenal: vio cómo ella concluía la lectura, sus expresiones de placer, desconcierto, frustración; el rostro de un lector cuando llega al fin del libro. Ella sintió esa mirada acosadora y al dirigir la vista hacia el mostrador ambos se encontraron. Así inició todo. Ella se acercó a él y le recomendó el libro. Te lo presto, pero eso sí, ni pienses quedártelo ya que puedo encontrarte aquí, fue lo que ella le dijo. Cierro en menos de una hora, ¿me esperarías para ir a caminar por ahí?, respondió Rodrigo. Ella aceptó.

A petición de Carolina se dirigieron a Miraflores y caminaron por la Costa Verde. Compraron unas Cusqueñas y cada uno habló de sus lecturas y de ellos mismos. Llegaron al puente Villena, aquel puente de los suicidas. Rodrigo vio oportuno contarle del suicidio del gran David Foster Wallace. Ella le habló de sus deseos de morir lanzándose de ese puente. Sé que llegará un día que mande a la mierda a este mundo, por mientras seguiré leyendo, dijo ella. Rodrigo, al oír ello, la atrajo hacia sí y le besó todo el rostro. Espero estar ahí cuando quieras hacer ello, le dijo. Se enrumbaron en un taxi y llegaron a su departamento. Ni bien entraron hicieron el amor en el sofá. Ambos cuerpos ardían, sus miradas y caricias despedían fuego. Al día siguiente, 24 de marzo, ya eran enamorados.

Álvaro Alarco Ríos (Perú, 1993). Escritor y Docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha colaborado para diversas antologías y revistas literarias. Fue seleccionado en la antología Relatos de pandemia (Editorial Rata Esquizofrénica, 2020) y actualmente se desempeña como gestor y promotor de la Biblioteca Comunal Manzanilla. Es director de la Editorial Factótum.