Sorteo

Eduardo Omar Honey Escandón

Arte: Camila Pedraza

Tu familia te espera en la sala. Visten de color negro, tal como han pedido en las transmisiones. Hoy es el día del sorteo donde, si resultan ganadores, llegará un mensajero con la caja. Están todos nerviosos, ya que es un honor el resultar premiado, aunque la fama dure un día. No hay forma de rechazar el resultado: es la ley y romperla conlleva una pena que va más allá de la muerte de la parentela, amigos y conocidos que convivan con uno.

Toman asiento y prenden la tele, radio y otros dispositivos. El sorteo es transmitido en cadena internacional por todos los medios. El no atenderlo a la hora indicada también está gravemente penalizado. Bien sabes que Ellos tienen formas de saber si alguien estuvo presente o no. Has escuchado rumores sobre esas familias que desaparecieron sin dejar rastro porque algún integrante, a la hora de transmisión, se quedó dormido unos pocos segundos. Pero sabes que es verdad: fue lo que ocurrió con la familia que vivía enfrente. El mensajero no llegó, pero sí una brigada de las Sombras Aladas, cuando ni siquiera habían terminado de anunciar a los ganadores.

La hora del sorteo es diferente todos los días y hay que estar atentos al aviso que se da una o dos horas antes. Los únicos días en que hay que estar al pendiente las 24 horas son los domingos y el Año Nuevo. El aviso sólo se da una vez, con quince minutos de anticipación.

Pero hoy estás tranquilo. Es un día normal y pudieron prepararse con anticipación. Todo evento formal requiere una etiqueta apropiada tal como lo han repetido y demostrado en cada emisión. Sin embargo, se permiten pequeñas libertades, como las pinzas que te colocas en los ojos para mantener dolorosamente abiertos los párpados. Luego ayudas a los demás a que también se las pongan, ninguno quiere volver a escuchar los aleteos fuera de tu hogar.

Cinco minutos antes de que suene la Fanfarria del Tiempo Final para iniciar el programa, haces que tu familia se siente y estén atentos. Han acordado, desde que los sorteos empezaron trece meses atrás, que usarán la televisión. Sin embargo, en la mesa de centro, dejan prendidas tabletas y teléfonos por si se va la luz. Aunque sucedan imprevistos de causa mayor, es imperdonable que un ciudadano no tenga el cuidado suficiente para sortear la situación. Así lo han señalado Ellos.

Como cabeza de la familia les recuerdas que deben guardar silencio y no dejar de mirar la pantalla. En caso de que tengan necesidad de ir al baño se les permite hacerlo con la ropa puesta mientras no hagan gestos ni ruidos. Por fortuna, hoy ninguno está malo del estómago, a pesar del exceso de cenizas que entran del exterior y ensucian todo, con todo y sellos en ventanas y puertas. Si llega a ser insoportable la pinza ocular has hecho que practiquen el llorar sin llevarse las manos al rostro para rascarse o limpiarse. Sabes que Ellos aprecian la entrega y martirio durante los quince minutos diarios de la emisión. Es lo único que piden a cualquier ciudadano y Ellos mismos son ejemplo de lo solicitado.

Inicia la Fanfarria. Todos se ponen de pie y con las manos hacen el Símbolo del Fin. Cuando termina de sonar, la familia y tú se sientan. El Predicador aparece con su rostro enfundado en una capucha formada por sendos cinchos recubiertos de afiladas espinas que presionan frente, ojos y garganta. Donde las afiladas puntas se encajan, la tela se torna un poco más oscura por las rojas humedades que brotan por debajo. Con voz grave, llena de furia y dolor, el Predicador recita los preceptos de la ley aplicada en la transmisión como su castigo si no son cumplidos. Al terminar, la toma se abre y se ve, encima, El Aparato que contiene las fichas de cada uno de los ciudadanos, incluyendo los recién nacidos. Basta que el nombre ganador esté acompañado por otros en una misma habitación o domicilio para que todos estén involucrados, se tenga o no relación de sangre.

El Predicador procede a sacar las Cinco Esperanzas, las personas que serán salvas aunque les llegue el Premio Mayor. Luego toca el momento de La Lección, donde algún Imperdonable es ejecutado por la Guardia Alada. Cada día del año se hace de forma distinta antes de repetir una demostración. Hoy consiste en rebanar con cuidado las extremidades, mientras brazos y piernas son jalados por caballos. Todo termina cuando se separan del torso. En ese momento la cámara se centra sobre el rostro del condenado mientras gime y se retuerce antes de exhalar su aliento final.

Continúa la selección de las Cinco Desesperanzas: todo aquél que entregará su vida para pagar faltas a futuro y hacer salva a su familia si alguno rompe la Ley antes del próximo Sorteo.

Finalmente, tras el sonido de la Fanfarria de la Decisión que debe escucharse de rodillas, llega el sorteo principal. El Predicador saca la ficha y anuncia al ganador: lentamente dice tu nombre. Mientras te felicita enunciando los méritos de tu vida tocan a la puerta. Sin dudar, corres a ella y la abres. El mensajero tiene la caja y te la entrega de inmediato. Cierras la puerta y la llevas a la mesita de noche. El Predicador sigue felicitándote e, incluso, repite las instrucciones de lo que debes hacer a continuación. Ellos siempre son atentos y cuidadosos con los detalles.

No debes hacerlos esperar, así que abres la caja. Dentro está una reproducción fiel de la capucha con los cinchos espinosos. También se incluye una ficha por cada miembro de tu familia. Mientras ajustas los cinchos alrededor de tu cráneo, escuchas en el exterior a la Guardia Alada para tomar control si se comente un error. Entonces, bajo la guía del Predicador, procedes a repetir el sorteo en el interior de tu hogar donde alguno será Esperanza y otro será Desesperanza, al que tendrás que ejecutar para que los demás, incluyéndote, sean salvos.

Eduardo Omar Honey Escandón (Ciudad de México, 1969). Es ingeniero en sistemas y ha participado en diversos talleres literarios, Sus textos aparecen en plaquettes y revistas físicas, así como en revistas virtuales. Cuentos suyos han sido premiados en la revista Teresa Magazine y aparecen en diversas antologías. Coordina talleres de escritura.