Tsushima Oda

Preludios
I
Acabado el día
uno a otro comienza,
de todas las formas posibles,
su aspecto más tranquilo.
Aquí con la mano
un niño
empieza a crecer
a pensar que también las hojas
que otro igual a él
comienza con la sonrisa
y la garganta
a decir las formas
Tiembla
poco
un poco en su lugar
tibio, agua
un poco
y mira
no
y alguien
como si el día lo fuera
en su palabra
ha recordado
que ninguno.
Aquí
alguien
a la luz tibia
tiembla.
II
Acaba Octubre,
continúa el día
dónde,
mis pasos,
¿no he partido?
Ah, era también
embelesado con sus hojas
con su abraso,
los colores tenues
llenándome
Ah, termina Octubre
continúa el ladrido de los perros
el cuento hermoso de los árboles
¿hacia dónde seguir los pasos?
bajamos la cesta
Soy también deseoso de muerte
y vivo.
III
Entonces, habíamos llegado
al lugar del otro,
tomado un momento
y hablado sobre el sueño
de los perros al amanecer
-Lloraba- repetías;
sí, era que también alguien
había pensado en nosotros
como algo efímero
nos quiso
nos esperó
sentado en la veranda,
este otoño
que no inicia Octubre
-Lloraste- afirmo;
pero estabas guardado en mi lado izquierdo
muy junto a los alveolos,
en la esquina
de mi pequeña infancia
allí con sus ladridos
y la caída del sol rojo de su niñez
-Cambiamos- comentaste;
ellos comenzaron el canto de siempre
ese mismo con el que dormían al menor de mis hermanos;
recordamos que también moríamos
que eso ocurre antes siempre a ellos
y dolimos en la hendidura apenas de su memoria
¿Habíamos cometido el mismo acto
de pensarnos vivos entre lo verde?
-Lo abrazaste- recordamos;
ah, el que también soñaba en la orilla de nuestra memoria
el que medía la distancia de los días con la sombra
que nos colgaba pesada desde la nuca al talón
Ese
al que amamos como a nosotros mismos,
el que donaba sus días al sol
¡Ah! era que… fue siempre…
y de la misma forma
No
esta voz miente
entre lo verde
inmarcesible
entre el que piensa
y nuestro estar vivos
Aquí
desde nosotros
ven
no te vayas
ven
ruega
en medio de nuestro sernos
y el lugar preciso del otro.
IV
Comienzan
ellos
el aprecio
Ah, los que fenecieron
a un lado,
en la sombra de mi edad
en la voz de cada aspecto vivo
Un día
tres veces
es hoy la víspera
piscamos las flores,
alguien sonríe
¿lo abrazo?
Ah, quisiéramos morir
en cada sol
en cada uno
en su punto tibio
su agua blanca
fría
de noche contando que morimos
que también nosotros
con el peso de nuestra memoria
con el pensamiento
fuera del sueño
de su aroma
los colores tibios
Comenzamos a decir que murieron
que están
que también nos aman
que en su lugar cálido dormimos
que allí nos piensan
Ah, continuamos
con la emoción de un fruto recién cortado
con la petición temprana a las flores
con el deseo de que también nosotros
algún día
esta vez
nos adornamos con la memoria florecida,
ah, dormimos, sin embargo.
V
De pronto, era
en medio de lo frío
del sonido suave de la lluvia
Cansado
tan cansado de soñar
y no poder
como siempre
que anochezca
Ah, era, así, de repente
hundida la cabeza en lo tibio
en una voz pequeñísima
esa misma de cada aspecto
que dolía al amanecer
Era allí con ella
en su sangre
un poco en medio de la mirada
muy dentro del sueño
húmedo
cálido
-Despierta.
Ah, él no duerme
¿sonríe, acaso?
Sonríe…
¡sonríe!
¿alguien lo abraza?
De súbito
se partía la piel
y era,
alguien entonces decía: sueña el niño,
y los perros cantan.
…moríamos.

Gladys Areli López González «Tsushima Oda» (Tijuana, 1994). Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica. Ha publicado en revistas independientes electrónicas y físicas tales como Espiral, Simulacro, Metáforas al aire, Monolito, Pirocromo, entre otras; poesía y ensayo. Tierra Adentro publica el poema Kayanda. La editorial Poiesis publica el poemario Virgo (2015). Participa con el poemario 银海 [Yinhaizi] en el XVI Congreso Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (CONELL).