Elsa Morante

Las Escrituras, narrándonos la expulsión de Adán del Edén, no toman demasiado en cuenta un detalle que el sagrado Autor del Génesis ciertamente no considera tan importante: es decir, la extrema prueba de misericordia que, aun en su severidad, el Padre Eterno le dio al hombre, concediéndole la compañía de los animales, que no habían comido, como él, el fruto de la ciencia.
Como todos saben, al probar este fruto, el hombre adquirió el conocimiento del bien y el mal, o sea, el juicio. Sin embargo, el resto de los animales permanecieron inmunes a esta capacidad. Es ésta la peculiaridad más amable que distingue a los demás animales del hombre, y es aquí sobre todo donde reside la gracia de su compañía, en la cual nosotros encontramos un poco de los placeres y del lujo incomparable que adornaban las fiestas del Edén perdido. Y nos asusta pensar cuán amargo sería nuestro exilio si no nos hubiera quedado este consuelo.
Un consuelo parecido se les concede también a los adultos de la especie humana durante la primerísima infancia de sus hijos. Pero sobre éstos, desgraciadamente, día tras día, cada vez más el árbol de la ciencia del bien y del mal extiende su sombra. Y es esta sombra la que oscurece nuestras más queridas conversaciones con nuestros semejantes. El miedo a ser juzgado sofoca la sinceridad, entorpece los abandonos, falsea los afectos y desgasta toda confianza.
Fue dicho que
L’amour est un combat d’orgueil et d’espérance
pero en compañía de nuestro perro o nuestro gato nosotros encontramos un descanso de las guerras agobiantes de la esperanza y el orgullo. ¡Gracias a ellos, nosotros podemos encontrar en la tierra una mirada viviente que nos declara la amistad más tierna, sin ninguna sombra de juicio! Podrán presentarse ante él bajo los aspectos más sórdidos de la miseria, y para él serán siempre el antiguo señor del Edén. Ustedes no deberán temer la aparición de las arrugas sobre su rostro: la fealdad, la enfermedad y la vejez no le son vicios repugnantes. Para él no será un fastidio su tristeza, no desconfiará de sus intenciones; ni deberán temer que pueda forzar con su afecto las puertas bloqueadas de su indiferencia.
¡Infeliz el hombre que ignora los consuelos de una amistad así! Para él la tierra es de veras un exilio desconsolado. ¿Y quién negó que nuestros compañeros animales poseen un alma? Tal hombre demuestra que no posee corazón, ni criterio. Él confunde la transparente luz del alma con la sombra de ésta, la ciencia del bien y del mal.
[1] Morante Elsa, “El paraíso terrestre” en Pro o contro la bomba atomica e altri saggi, Adelphi, Milano, 1987. [Nota de las traductoras]
Il paradiso terrestre
Le Scritture, narrandoci la cacciata di Adamo dall’Eden, non fanno gran conto di un particolare che il sacro Autore della Genesi considera certo non abbastanza importante: e cioè dell’estrema prova di misericordia che, pur nella severità, il Padre Eterno dette all’uomo, lasciandogli la compagnia degli altri animali, i quali non avevano, come lui, mangiato il frutto della scienza.
Come tutti sanno, nel gustare questo frutto, l’uomo acquistò la conoscenza del bene e del male, vale a dire la capacità di giudizio. Ma gli altri animali rimasero immuni da simile capacità: è questo il carattere più amabile che distingue gli altri animali dall’uomo; ed è qui che risiede soprattutto la grazie della loro compagnia. Nella quale noi ritroviamo un poco dei piaceri, e del lusso impareggiabile, che ornavano le feste dell’Eden perduto. E ci spaventa pensare quanto amaro sarebbe il nostro esilio se non ci fosse rimasta questa consolazione.
Una consolazione non dissimile è pure concessa agli adulti della specie umana durante la primissima infanzia dei loro nati. Ma su questi, putroppo, ad ogni giorno che passa, sempre più l’albero della scienza del bene e del male stende la sua ombra. Ed è quest’ombra che oscura le nostre più care conversazioni coi nostri simili. La paura di venir giudicati soffoca la sincerità, impaccia gli abbandoni, falsa gli affetti, e logora ogni fiducia.
Fu detto che
l’amour est un combat d’orgueil et d’espérance
ma nella compagnia del nostro cane o del nostro gatto noi troviamo un riposo dalle guerre faticose della speranza e dell’orgoglio.
Grazie a loro, noi possiamo incontrare, sulla terra, uno sguardo vivente che ci dichiari l’amicizia più tenera, senza nessuna ombra di giudizio! Potrete presentarvi a lui nei più sordidi aspetti della miseria, e per lui sarete sempre l’antico signore dell’Eden. Non dovrete temere l’apparizione delle rughe sulla vostra faccia: la bruttezza, la malattia e la vecchiaia non sono vizi ripugnanti per lui. Lui non avrà a noia la vostra tristezza, non diffiderà delle vostre intenzioni; né dovrete temere che possa, col suo affetto, forzare le porte sbarrate della vostra accidia.
Infelice l’uomo che ignora le consolazioni di simile amicizia! Per lui, la terra è davvero un esilio sconsolato. E chi negò che i nostri compagni animali possiedano un’anima? Costui dà prova di non possedere ne cuore, né criterio. Egli confonde la trasparente luce dell’anima con l’ombra di lei, la scienza del bene e del male.

Elsa Morante (Roma, 1912- Roma, 1985). Romaneziere (novelista) o, mejor dicho, poeta, como ella misma se definía, Elsa Morante es una de las figuras más destacadas de la literatura italiana del siglo XX, cuya obra ha sido traducida a numerosas lenguas y ha dado pie a diversas transposiciones televisivas y cinematográficas. Entre sus obras se encuentran diversas recopilaciones de cuentos como Il gioco segreto (1941) o Lo scialle andaluso (1963), así como sus grandes novelas, publicadas todas por la prestigiosa casa editorial Einaudi: Mentira e Sortilegio, ganadora del premio Viareggio en 1948; L’isola d’Arturo, merecedera del premio Strega en 1957; La Storia (1974), tan exitosa entre el público, pero tan polémica entre la crítica, y Aracoeli, publicada en 1982. Acaso menos conocidos respecto a sus célebres novelas, su producción cuenta también con textos poéticos, recogidos en Alibi (1957) e Il mondo salvato dai ragazzini e altri poemi (1968). A lo largo de su carrera Morante colaboró con diversas publicaciones periódicas; la mayoría de aquellos ensayos y artículos aparecerían en volumen bajo el título Pro o contro la bomba atomica e altri saggi (1987). De este último, recuperamos el texto que aquí proponemos y que apareció originalmente en el semanario Il Mondo, en 1950.

Montserrat Mira (Ciudad de México, 1987). Maestra en traducción por El Colegio de México, y licenciada en Lengua y Literaturas Modernas (departamento de Letras Italianas), por la UNAM. Ha participado en diversos congresos dedicados a la italianística de ambas instituciones. Entre sus diversas traducciones se hallan el poemario La transfiguración de los animales en Bestias (Transeuropa, Massa, 2011) de Alessandro Raveggi, y colaboraciones en la de Ni una más. Cuarenta escritores contra el feminicidio (Universidad Iberoamericana, León, 2017) coordinado por Clara Ferri y Fabrizio Lorusso, y la de la novela El embrollo (Garabatos, 2018), de Antonio De Petro, con Víctor García.

Mariana García Aguilar (1990). Es traductora y difusora de la lengua y cultura italiana. Es egresada de la licenciatura en Letras Italianas de la Facultad de Filosofía y Letras y de la maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la UAM Azcapotzalco. Actualmente es profesora de literatura mexicana e italiano como lengua extranjera, su línea de investigación es la didáctica de la literatura y la poesía, específicamente dirigida a adolescentes.