Dante Alejandro Velázquez

El otoño hace pausa en el zaguán con torpeza de ciego
bufan las palmas
un cable
párpados arriba sisea el aire
hace tiempo no vienen aguaceros a descamar la madrugada
a llevarse este olor de pátina y gatos
a colgar de la cornisa un filo
una reja de cristal que nos deslumbre
me gustaba su murmullo de monje batiendo el tejabán
cuando éramos rapaces, sedientos
y teníamos alas de velero.
Hoy es antártica la hora: se alarga después del almuerzo
desprende trozos de cal, adobe, letanías en nuestro lomo
dice: quietos
Todo es pardo bajo el silencio que precede la hora de otros:
la no nuestra, sino del temblor
del sueño a la deriva de un plumero
resquebrajante
me acurruco a ti: somos estalactitas
cuando vine a la ciudad el amanecer.
II
Alguien en casa escucha Radiohead y asoma sus ojos por la tronera
es el insomne que llega como un bicho al polvo
fantasma sin rostro / acostumbrado a espiar
y a seducir con una copa la copa de estrellas
la música agranda el follaje del naranjo
en mi aguda espuma están sus dedos graves
un deambulatorio que sube y baja este santuario
Un ratón se acerca / ya quisiera mi tiara
y los bemoles donde se enuncia nuestro refugio
los murciélagos estamos hechos de uvés y pequeña pelambre
somos el filo, la oscuridad puntiaguda
vVv vVv vVv
revés con la soledad a cuestas / pelones ojos
Aun así amamos la ebriedad del sonido
las notas donde se baña el hombre de la casa
y el vino que destila su queja.
III
La tristeza es quieta
bálsamo que aleja mosquitos
línea en el ocaso
lavanda herida de un pirú
liturgia de los sin mar
argumento llano
hay un muerto a mi espalda
sudor y naftalina / carraspeos de pedregal
¿hay luz para mirar el mundo con ojos ciegos?
la tristeza es quieta y es mía
todo aleja la tristeza.
IV
Para nosotros no hay casa: hay rincones
vértices que guardan escalofrío / nido de intrusos
batir de mariposas beatas
A solas hicimos nuestra patria / a golpe de urdir la caza
salir como truhan, poner sienes bermellón al alba
dejarse morir en las alturas del cielo raso
a donde no llega la sustancia de un domingo
Cuánto tiempo habremos de ser los forajidos
terrores propios de una sentencia
No tenemos la cuna del gato, el mimo
por eso llevamos capote y mirar de etarras
sacudiendo la boca del umbral con chillido de corsario y oídos en flor
Si alguna vez de casa somos
vendrá un embozado a sacudir maderos y baldosa:
pondrá norte y latitudes, sembrará veneno en cada arista
no habremos de andar desnudos la terraza
ni despuntarán alianzas con árboles y capiteles.
Quisiera un día tener hogar, ser vicario
labrar en la cantera el salmo de los míos /
son dulces la noche y el espejismo donde moro.
Mi patria es insurrecta para quien construyó la casa
/ no sabe: somos la carne que nos convidó su dios.
XI
Los aviones son enormes y brillan
pero, sobre todo, saben a dónde van
porque su tiempo es el de las estrellas
y tienen una posición justa en la planicie / en el aire, digo.
Son una parábola que cae en el oriente
sus alas no tiritan en el invierno congelado como éstas
porque las hizo el hombre, tan perfecto,
con la técnica de un águila
no del murciélago, ni del tordo, ni del xanate.
Algunas noches los escuchamos fulminar el cielo
espantar serpientes, haciéndose a la costa
con la barriga llena
y nosotros, abajo,
y las estrellas tan lejos.

Dante Alejandro Velázquez (Lagos de Moreno, 1973). Arquitecto, Maestro en Educación, editor de la revista Papalotzi y cronista colegiado de Lagos de Moreno. Ha sido galardonado con el premio de Cuento Cincuentenario de Pedro Páramo (2005), el de Poesía Adalberto Navarro Sánchez (2013) y becario del CECA, Jalisco (2020), además de autor de los libros: Púrpura (El Quijote / Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Lagos de Moreno, 2005), La ciudad del Rosal (Universidad de Guadalajara, 2008), y Última luz (Staudeg, 2015), entre otros. Es docente de la Preparatoria Regional de Chapala.