Leda Quintana Rondón

Martín en Chayara
El corazón de mi madre es una caverna
Allí nos guarecemos del frío
Mis hermanos y yo
Pétreo y celeste es el útero
Desde donde escribo este poema.
Madre remueve la tierra
Siembra en mí guijarros oscuros
Me riega con sus sudores
Quita mis malezas
Barbecha con cuidado mis surcos.
Yo crezco entre los molles
Con las voces de cedrones y retamas
Dibujo y abro ventanas en la cueva
Excavo túneles.
Me pierdo en los laberintos de Chayara
Allí queda la chacra de mis padres
Una cuesta de piedras donde escucho
Batallas de cerros, risas de acequias.
Allí empecé a leer mi tierra
Los silencios de mi cueva
Los abismos y sus constelaciones.
Casa Umbría III
Abril siempre fue el mes más bello
desprende sótanos
Una lámpara debajo de las frazadas
hiende leda un denso tul
La niña ovillada en su cama
grita sin voz
pide ayuda
No puede hablar
pero
lee
respira
ecos oscuros, sonámbulos
del lugar más alejado de la quinta
La niña camina
A tientas
es de noche
abre el zaguán de la casa de Huasta
se mira desde el pozo en que cayó su hermano
escucha el granizo
una rueca en movimiento
el huso de silencios de su abuela que ahora fuma
Un oráculo
-la humareda-
las cenizas caen como anillos y collares
con ellas la anciana unge los dedos y el cuello de la nieta
cierra los ojos
sus manos
hilan con vigor
versos en el aire
un tejido en tres tiempos:
el primer esposo perdido
sus seis hijos
(dos murieron casi al nacer)
su segundo esposo
un único amante al que nunca volvió a ver
su nieta con la que duerme todas las noches
un bisnieto de abril
una hermana perdida
La abuela Rosalía vuelve a prender su cigarro Inka
Y escribe
Hojas perdidas de su corazón a pie
Sus manos cuidan flores en su nueva casa de Jesús María
Sus manos enseñan a su nieta
A hilar una nueva casa
Una casa con zaguán / sótano/ muchas ventanas
Hilar
Porque urge púrpura la niebla
Y hasta la desesperación requiere un cierto orden
Una mujer de cabellos negros y largos
se encuentra con la niña
Ellas escriben
-con la saliva de sus madres y de sus abuelas-
Intentan juntas
hilar/se
y con los ojos de las cenizas
de todas sus casas
en sus manos
Navegar.
El pozo de Huasta
“Puede cambiarse de ciudad,
mas no puede cambiarse de pozo (…)”
I Ching. El libro de las mutaciones
En el fondo de las aguas
del pozo de Huasta
viven mis hijos muertos.
Durante años corté la cuerda,
escondí las cubetas,
hui a la capital,
caminé partida y sin ojos
para no ver los ecos
de sus voces púrpuras
en la niebla limeña.
El ruido de la guerra me silenciaba
yo me tapaba los oídos
para no escucharlos
ni escucharme.
Ya han pasado muchos años…
ahora soy una anciana,
una maestra rural jubilada
que vende tocosh en Neoplásicas.
Nunca aprendí a cocinar
pero hago mazamorras
para los enfermos de cáncer.
Todas las noches
viajo hasta el pozo de Huasta,
me sumerjo en sus aguas
para ver a mis hijos muertos
abrazarlos y pedirles perdón,
recomponer sus pedazos
y unir cada uno de sus vestigios
en una sola boca de Luz.

Leda Quintana Rondón (Perú, 1972). Educadora, poeta y colaboradora de La Primera Vértebra. Es integrante fundadora del programa Escribir como lectores-Perú (Fundación SM-Comunidades letradas-Aele) y es asesora del proyecto Aulas lectoras de CPUR-Juliaca. Como poeta, ha participado en el Festival de Chepén Chepén, Caravana de la Poesía Antifil y algunos festivales de poesía feminista. Varios textos suyos han aparecido en algunas publicaciones feministas y plaquetas colectivas peruanas. También ha coordinado la “Muestras de Poesía Escrita por Poetas Peruanas” en las revistas Ojo zurdo e Ínsula Barataria.