Paula Díaz Altozano

Las costureras
Las costureras hilvanaron mareas, cosieron cada surco de espuma,
tejieron aves con escamas, pulpos,
colmillos de morsa,
cuernos de unicornio,
doblaron las olas.
Gotas de sangre de sus
dedos pinchados por
la aguja
cayeron al agua,
el sudor resbaló en sus mejillas y fueron
naufragio y tempestad.
La habitación
Nube sostenida por un clavo, tus remolinos emborronan la habitación. Y en el suelo de olas sofocado un chorro de espuma, el lomo de peces que tragan barcas y gatos.
La bañera, el plato, los charcos
llueven.
Ofelia desemboca en campos de rugby,
y en esta habitación,
marea baja,
mi silla una boya,
yo agua, carne y sombra.
Retrato
Quien toque mis cuerdas comprenderá el arroyo que surca los mares, verá las serpientes del Maelstrom, las hilachas levantadas por a cepilladores desnudos, dormirá en la escarcha, entenderá a las aves que dan tumbos en el college.
Quien navegue mis hombros
aceptará mi niebla,
y sabrá que mi barca tirada
por dos hipocampos contrarios, apunta
a una verdad.
Botellas a la deriva
Un escuadrón de plásticos rompe el mar. Qué lástima, llega la hora y nadie sabe.
La red
que viste tortugas y enreda sirenas no puede
ya cortarse.
Suspiran las olas. ¡Y el mar se ahoga!
Después del té
Bebí la taza de té, fui a la cocina
y encontré dos sirenas en la despensa.
Indiferentes me miraron,
pero yo no hice caso.
Entorné la puerta y subí
a mi habitación.
Más tarde supe
de sus cantos perforadores de rocas,
de las escamas podridas al sol.
Mis zapatos
tuvieron la certeza de llegar
al horizonte
en una hora —apenas desgastaría el agua sus suelas—.
Abrí la ventana
y sentí una ráfaga de viento
que apuntaba al mar.

Al faro mañana
El momento fue todo; el momento fue suficiente
Virginia Woolf
Aquella que en la ventana
mecía su desolación,
dejaba escapar entre sus dedos
la aguja,
y la luz que hacía guiños, el clop-clop
de las raquetas, comprendían.
No James, decía, al faro mañana.
El viento y la oscuridad
llenaban las grietas, los crustáceos
el almohadón.
¿Podemos ir hoy a las rocas?
No, James, cuando pasen las nubes.
Los hilillos del calcetín
eran algas,
la espera sin nombre
conocía la hiedra del parque.
¿Cuándo podremos ir al faro?
Mañana.

Paula Díaz Altozano (Madrid, 1990). Licenciada en periodismo y grado profesional de música (piano). Becada en París y en la Escuela SUR de Profesiones Artísticas del Círculo de Bellas Artes, es autora de los poemarios A orillas de París (En Huida, 2018), Ríos de carretera (Bajamar, 2019) y Unicornios (Buenos Aires Poetry, 2020). Es también Becaria de Doctorado en Comunicación Audiovisual por la UCM.