César Velázquez Cervantes

Todas estas noches
Segura es tu mente en el mar.
Las olas otra vez hermosas
negocian con la luna su noche
¿será ola buena
o será ola mala?
Estos últimos años he recibido a la soledad como un triste regalo.
Casi tendré treinta y los barcos de los días encallan donde mismo,
donde el puerto del hogar los espera siempre.
Mi hermano silencia el faro de mi vida,
oscurece a las gaviotas con sus palabras de futuro.
Este ocaso recorre mi piel compresa entre paredes y personas salinas.
La araña marina nos esconde en su laguna telaraña.
Pero sigue este terrible sentimiento enjaulado en mi cabeza.
Pero dudo y es horrible.
Pero tú y esa líquida verdad que niego.
…anda una nube allá, cercana al mar.
Cuerpo.
Corre en su línea de sangre transformando el porvenir.
Ha convenido leer para mí esas historias breves de la mañana,
con suficiente entusiasmo las escucho…
Tallo mi frente con dureza,
seré un pobre náufrago al final de estos días.
Son las doce de estas noches,
son todas medidas con el mismo tiempo inagotable y oscuro.
(Nace un pájaro en mis pies)
*
-Dile a mi madre que hallé el nido de los colibrís.
…
-¡Es aquel tu barco?
parece una historia mal contada.
*
(Mi madre es un pelícano viejo que todavía se sumerge en el mar)
Mi sueño burbujea horas de viajes y tierras vivas,
distintas a éstas.
El sueño es un ánfora que se rompe llegada la noche,
sorbo de sus pedazos
breves ilusiones horas antes de la madrugada.
Expansión del alma ardiendo
Al alejarse, una mirada de palabras fantasma
eriza el tiempo, pasajera
sensación presa del gemido estético.
En silencio la tinta corre
librada del rastro terco del amor.
En la casa de la muerte
mi cuerpo tal vez sea un problema…
Vidas vacías y ecos de tristeza
adolecen.
En la luna tirita el timbre horrible de la luz
con su encantadora voz
que se ha callado para siempre.
Espejismo, reflejo y soledad
el polvo de los muertos.
Camino cada pétalo
reduciendo la tarde que llueve sin ti,
sin nadie.
Resbala tu piel en mi piel
por un descuido de la vida.
El sol está dibujando…
Ya no será necesaria
la tela azul de las montañas
para entender qué pasa con mi sangre,
ya me lo dijo todo tu mirada de pájaros migrando.
Llega una nube de evaporados alcoholes,
ciñe mi infortunio con tibieza.
El exilio que sabe a agua y a fuego
me ofrece con su beso
incontables multiplicaciones del sol
donde ángeles acarician a perros callejeros
y Dios ama a Dios sin hartarse de sí
y la atmosfera del sueño se desata
sobre el mar y la noche y tu cuerpo:
brasa huidiza que me desgarra el alma.

César Velázquez Cervantes (Nayarit, 1992). Poeta. Radicado actualmente en Rosarito, Baja California. Siempre ha tenido gusto por la poesía y la literatura en general.