Elsa Cross

Presentamos a continuación una entrevista realizada a Elsa Cross durante estos últimos días, en la que tocamos varios temas esenciales de su obra y su pensamiento en general. ¡Esperamos que el lector la encuentre enriquecedora!
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Campos de Plumas: La situación que vivimos actualmente de emergencia sanitaria ha dejado al descubierto una verdad que parece obvia pero que pocos asumen: la única posibilidad perpetua es la muerte. ¿Crees que la poesía ayuda, casi terapéuticamente, a enfrentar el miedo a esta? Estamos pensando en Ganges o en Canto Malabar…
Elsa Cross: La poesía da expresión —al menos en mi caso— al cúmulo de pensamientos, sentimientos, intuiciones y demás, que surgen ante la muerte o cualquier otra cosa. Tal vez en ciertos casos la poesía me ha permitido conjurar algún fantasma; pero lo que me ha ayudado a enfrentar la muerte, desde varios ángulos, ha sido la meditación. No sé si en el momento de morir me vaya poner a aullar de miedo; pero al menos ahora, y desde fuera, no siento temor sino curiosidad, cierta emoción por su llegada. Mi visión de la muerte es casi de éxtasis. Recuerdo que cuando he tenido alguna cirugía, el irme perdiendo en la anestesia ha sido un placer increíble. Desde distintos ángulos, he escrito sobre la muerte en muchos de mis libros, justamente en Canto malabar, Moira, Los sueños, e incluso en uno muy reciente, Nepantla.
CP: Aunque la poesía, a su modo, es una forma en que lo humano se religa a lo divino, ese reencuentro, esa correspondencia, al parecer, se ha trastornado irreversiblemente. Por citar algunas líneas de Ultramar, después de “la recitación de los noventa y nueve Nombres de alabanza” queda un “escándalo de lenguas mal habladas”. Te preguntaremos algo con que cierras otro poema: llegada la noche, “¿dónde se insinuará lo claro”?
EC:Yo no siento que esa correspondencia, al menos para mí, se haya trastornado nunca, en lo más mínimo. La mención de los “noventa y nueve Nombres de alabanza”, y la que sigue del “escándalo de lenguas mal habladas”, en ese poema de Ultramar, son sólo una referencia a cosas que se oyen desde un balcón. En cuanto a “¿dónde se insinuará lo claro?” ante la llegada de la noche, quisiera sólo recordar que lo divino se hace presente con enorme fuerza en la noche y la oscuridad, como ya dijeron San Juan de la Cruz y el Pseudo Dionisio.
“Para mí, esa liga entre lo humano y lo divino es lo único que ha dado sentido a mi poesía –y a mi vida– de comienzo a fin. Un tercer elemento es la naturaleza. Todo esto es materia prima y campo de mi poesía. Y justamente, creo que en Ultramar se imbrican de una manera muy cercana estas realidades. Me acuerdo de otros versos de ese libro, que dicen: “¿Son dioses atrapados en la forma / u hombres atrapados en un sueño/ lo que brilla /en el sol de esta mañana?”
CP: Hablando de Ultramar y el mismo tema, escribes ahí también “Se desmoronan los templos de palabras / el sentido se vuelve / un trazo incongruente / partícula que casa con el polvo. / Oscuridad completa bajo el sol, / ignorancia completa.” Si las palabras no son suficientes para transmitir la contemplación ¿cuál dirías que es la finalidad de la poesía?
EC: Una de ellas puede ser crear la ilusión de que sí lo transmite –-o al menos lo intenta. En realidad, la poesía puede transmitir mucho más que la filosofía, es lo que puede acercarse más a otros niveles de experiencia, tanto en sus palabras como en sus silencios. El contexto de ese poema –aunque me temo que no sea muy claro—es el de las ruinas del templo de Apolo en Delfos, y está haciendo alusión a las inscripciones casi ilegibles que hay en el santuario, pero también a la oscuridad del oráculo mismo –-o también a la propia oscuridad de la razón y el lenguaje ante la visión de algo trascendente.
CP: Hoy en día, el tipo de poesía que más se lee y escribe en Hispanoamérica es la llamada “poesía de la experiencia”, que parte del realismo. ¿Crees que ese tipo de escritura ha perdido la noción de espiritualidad que se tenía en tradiciones literarias antiguas?
EC: Me parece tan válida esa poesía como cualquier otra. No sé qué perdió o qué gano, o qué buscaba, en todo caso. Las distintas tendencias poéticas siento que responden a diversas perspectivas de la realidad. Hay quien percibe muy claramente lo que tiene enfrente y se contenta con eso, y otros que buscan mayor distancia y otras perspectivas. Para algunos la realidad y su experiencia se limitan a la esfera de lo muy concreto y cotidiano, y otros descubren que la realidad tiene muchos más niveles que ése, y que confinarse a lo cotidiano puede resultar sumamente previsible y aburrido –eso me pasa a mí. Finalmente, todos tienen razón, porque cada quien habla de lo que quiere o puede percibir. Las tendencias poéticas son como la historia de los ciegos y el elefante, y el pleito que siguió cuando el que tocó la pata, el que tocó la panza, o la trompa, o el colmillo o la cola del elefante, creyeron y afirmaron que eso era el elefante.
CP: Hace un momento hablábamos de la «contemplación» en un sentido tal vez no muy claro, pero en el fondo un eje del problema es la conciencia misma. ¿Hay un temple de ánimo específico que prefieras para reflexionar sobre ella? ¿Busca tu poesía ser “autoconsciente”? (Esperamos no estar preguntando un dislate hegeliano…)
EC: De su pregunta, no entiendo bien, reflexionar en qué ¿en la conciencia? ¿la conciencia que reflexiona en la conciencia? ¿en la contemplación? Me parece difícil reflexionar en la contemplación; uno lo puede hacer, si quiere, pero uno contempla y ya. Donde acaba la reflexión comienza la contemplación. La reflexión necesita palabras, temas, un hilo discursivo, argumentos, rollos y demás. La contemplación no necesita del lenguaje, lo que intenta hacer es fundirse en los objetos que contempla.
CP: Esa respuesta basta y es alumbradora… Ahora, en tu libro Nepantla, de reciente publicación, hay ciertas consideraciones sobre el mundo náhuatl. Nos da la impresión, al menos en la poesía, de que existen ciertos paralelismos entre la tradición poética de la India (y de Oriente en general) con la del México prehispánico. ¿Encuentras relación en sus cosmovisiones? (No sólo en la forma de tratar los temas dentro de los poemas, sino incluso en su modo de habitar el mundo).
EC: Un paralelismo, un tanto vago, que he encontrado entre una cosmovisión prehispánica y una hindú es la idea de que el mundo (o el universo, en el caso de la India) han tenido muchas creaciones sucesivas. Cambian algunas cosas, sin embargo, pues en la India el universo no tiene principio ni fin: hay una creación del universo, un sostenimiento y una disolución que siempre han estado allí y siempre seguirán, aunque haya en cada ciclo cósmico un dios creador (y uno que sostiene el universo y otro que lo disuelve). No estoy tan segura en cuanto a una cercanía de las tradiciones poéticas, aunque en todos lados son maravillosas.
CP: ¿Qué hay de la relación entre la poesía prehispánica y la Grecia clásica?
EC:Nuevamente, aquí no encuentro mucha relación entre las poesías respectivas. Veo una semejanza, sin embargo, en la visión del mundo de los muertos, digamos, tal como se expresa en la poesía náhuatl, pero más que con la Grecia clásica, con la visión homérica: en los dos casos la muerte es una desgracia, una pérdida radical. El poeta que entra al Tlalocan, al paraíso de Tláloc, que aparece como un sitio maravilloso en el fresco teotihuacano, entra llorando. Y Aquiles, muerto, desde el Hades le dice a Odiseo que preferiría ser el esclavo de un campesino pobre que el rey de los muertos. En la Grecia clásica empieza a cambiar la visión de la muerte debido a rituales como los Misterios de Eleusis, que prometen una vida luminosa después de morir, y debido también a la filosofía de Platón.
CP: Por eso creemos que tu poesía es totalmente cosmopolita. Cuando escribiste Baniano diste un giro provocado, si no recordamos mal, por tu estancia en Ganéshpuri, aunque el árbol tiene una gran carga simbólica, si pensamos en Saint-John Perse, por ejemplo. ¿Pensabas en él al plantearte el baniano como un objeto poético?
EC: No. Antes que objeto poético, el baniano era para mí un objeto totalmente real en el áshram de Ganéshpuri. Fue cuando lo vi, con las raíces bajando desde las ramas altas para clavarse en la tierra, que recordé y entendí el comienzo de Lluvias de Saint-John Perse, a quien leía mucho en esa época. Perse dice: “El baniano de la lluvia echa sus raíces sobre la ciudad”. Seguramente Perse había visto banianos, cuyas raíces que bajan, a veces muy finas, parecerían lluvia que cae. Lezama Lima evidentemente no conocía los banianos y tradujo el comienzo del poema de una manera bastante extraña: “El árbol Banyan de la lluvia saca sus cimientos de la ciudad”.
CP: ¿Qué interés te llevó a Ganéshpuri? Sabemos que ibas buscando, antes que nada, un nuevo norte filosófico, pero ¿cómo llegaste ahí? ¿Podrías hacer, una vez más, la descripción de hechos que hicieron de ese un destino para ti?
EC: Llegué a Ganéshpuri para conocer al maestro de la escuela de meditación (Siddha Yoga), que había empezado a practicar casi dos años antes. Me intrigaba mucho el poder de un maestro que, sin haberme visto nunca, había transformado mi vida en una forma radical en un tiempo tan corto.
CP: ¿Regresarías o has regresado?
EC:Muchísimas veces. La última fue en diciembre de 2018. Ese lugar es siempre nuevo, así como la experiencia que uno tiene en él.
CP: Tu poesía se transformó después del viaje, pero hablando de Perse y otras influencias, ¿tiene la poesía un papel relevante en tus viajes? Es decir, el interés por algún tema o un autor, ¿te ha empujado a buscar algo suyo en sus calles, en su ciudad?
EC:Más bien, los viajes han tenido un papel relevante en mi poesía; no son los temas ni los autores lo que me ha resultado importante en los viajes sino los lugares mismos. Muchas veces empezaba a escribir algo en cuanto ponía un pie fuera del Distrito Federal de entonces; incluso desde el avión. He escrito sobre muchas ciudades –-incluyendo la de México–, sobre mares, ríos, piedras de muchas partes del mundo. Y me ocurre también, con frecuencia, que un lugar me hace entrar en sintonía con su pasado mítico, y esto da mayor riqueza a cualquier percepción que pueda tener.
CP: Comenzaste a escribir a los 14 años, más o menos. No sabemos qué tanto se transformó o acentuó la espiritualidad en tu ejercicio poético desde ese entonces, salvo con la lupa algo superficial de la lectura crítica, pero desconocemos los rigores que atraviesan tus poemas, sean Odas, Elegías, Ditirambos, etc. en la intimidad. ¿A qué son fieles? ¿Necesitan ser fieles a algo?
EC: Son fieles a mi propia visión del mundo y de las cosas, a mi concepción de la poesía y mi relación con ella, a lo que siento que debo expresar y comunicar.
CP: ¿Cuál es tu relación actual con tus primeros guías, sean filosóficos o literarios? ¿Quiénes no te han abandonado?
EC: Ninguno me ha abandonado, quizá porque eran pocos y muy escogidos.
CP: ¿Qué está preparando Elsa Cross para el futuro? ¿Acostumbras escribir tratando de rectificar, comentar, redirigir alguna imagen que desarrollaras en poemas ya publicados?
EC: A estas alturas es muy difícil no repetir alguna imagen o giro de poemas anteriores, y la verdad no me preocupa tanto, mientras responda a la consistencia del nuevo poema. Creo que el estilo de mi poesía ha sido bastante unitario. El año pasado publiqué Nepantla –-que no tiene que ver con Sor Juana– y este año acaba de salir Libro de horas –-que tampoco tiene que ver ni con los breviarios medievales ni con Rilke–. Estoy ahora trabajando en otro libro que se llama Isla Negra, y tengo otros dos que han ido creciendo muy despacio desde hace como veinte años, y que dejo que sigan su ritmo.
Tengo también en preparación uno o dos libros de ensayo, así como varias traducciones. Lo que quiero es terminar todo esto, para no dejar desorden. No sé si me dé tiempo, porque siguen saliendo cosas nuevas.
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Elsa Cross (Ciudad de México, 1946). Poeta, ensayista y traductora. Doctora en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió Meditación y Filosofía Oriental en Ganéhspuri, India. Ha ejercido la docencia en varias instituciones de primer nivel en el país y también se ha hecho acreedora a importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1989 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura en 2016, entre otros. Parte de su poesía se halla publicada en antologías de una docena de países y cuenta con libros que han cimbrado el horizonte literario en México, de los cuales se pueden citar, por ejemplo, Canto Malabar (FCE, 1987), El diván de Antar (Joaquín Mortiz, 1990) y Bomarzo (Era / Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009). Actualmente es profesora titular de Filosofía de la Religión en la Facultad de Filosofía y Letras.