Almudena Yebra Romanillos

Marzo 2020
Tengo una primavera ausente
Sin flores, sin risas.
Sin tormentas encontradizas.
Una primavera aplazada
Sin paseos, sin sentir la hierba mojada
Sin vencejos que anuncien su llegada,
Sin olas en los mares de cebada.
Una primavera silenciosa.
No se escuchan estallar las rosas.
Se ha desactivado la explosión de vida
Y mi ciudad parece dormida.
Tengo un eclipse de invierno.
Que ha congelado el mundo de miedo
Que lo ha cubierto todo de escarcha,
Y no queda sal con que aplacarla.
Un invierno invisible
Que ha hecho del aire algo temible
Que se cuela por las ranuras,
Y apaga el fuego del hogar de la viuda
El invierno más frío del que hay memoria
Cientos de soles terminando su historia.
Miles de ataúdes como barcas sobre el agua helada,
Y ni siquiera Caronte pudo hacer nada.
Y ahora que llega el Sol indolente
Dicen que tengo un verano pendiente,
Pero aún queda mucho invierno latente.
Encerrado en cápsulas de cristal
En bocas amordazadas
Que no pueden besar
En manos vacías
de otras manos que apretar
En bolsas de plástico frías
Que impiden el calor de tocar
En distancias que aíslan
Sin miradas de complicidad
En los abrazos pendientes
Y que siempre así quedarán.
Arte
El arte no cambia el mundo,
Pero cambia la mirada
El arte no acaba con las guerras
Pero pone el invierno en pausa
El arte no da de comer
Pero alimenta el alma
El arte no mata monstruos
Pero les pone cara
El arte no es trabajo
Pero nunca descansa
El arte no está vivo
Pero brilla en tu vida entregada
El arte no es nadie ni es nada
Pero cuando encuentro tu mano
Como por accidente con la mía entrelazada
Sé lo que es el arte
y puedo ponerle nombre
y música y colores y formas y palabras.
Pupila
Desperté en tus ojos y de repente me vi,
Me vi viviendo dentro de ti.
Vi a esa niña diminuta, esa niña que soy yo,
Moviéndose en un fondo negro,
Estudiando contigo las formas y su color.
Iba de un lado a otro inquieta, esa niña diminuta,
Intentando ver cómo miran tus pupilas la humanidad desnuda.
De repente la niña pensó que la respuesta estaba en otra dirección.
Miró hacia dentro dejando detrás el Sol,
miró en lo profundo de ti, y vio algo,
algo que le hizo sonreír.
Se vio en el fondo de tu mirada,
Se vio cómo la ve tu pupila enamorada.
Le gustó el cristal de tus ventanas, y decidió quedarse allí,
Mirando el mundo desde tu iris verde y gris.
Entonces la niña diminuta, esa niña que soy yo, se asomó a su balcón,
y en mis ojos vio un niño diminuto, un niño parecido a ti,
que después de perderse en mis sombras, en lo profundo de mi,
encontró en mi mirada, en mi pupila enamorada
un buen lugar para vivir.

Almudena Yebra Romanillos. Estudiante de Periodismo e Historia en Madrid. Escribe poesía y relato corto desde los 15 años, aunque no fue hasta 2018 cuando publicó algunos de sus textos en La Disidencia Cultural, revista del grupo de vanguardia madrileño homónimo. Concibe al Arte, en especial la creación literaria, como un impulso que parte de la necesidad de vivir y de mirar más allá de las superficies.