En la muerte de mi hija Cecilia
24 de noviembre, 1967-21 noviembre, 2007
Elsa Cross

Algo hubo en el sentir de tus cenizas,
su peso suave
envuelto en una bolsa de seda blanca,
de tu primer peso,
nacida apenas
—la carita rosada, serena—
envuelta en una pequeña cobija,
todo encendido en la luz
que pasaba a raudales por la ventana.
Silencio.
Asombro.
Y el mismo eje disparándose en el tiempo
hacia el extremo doble
de la alegría y el dolor.
Entraste y saliste
a tu propio tiempo.
Tus propios umbrales,
Tus pasos,
sólo tuyos.
Un pequeño costalito blanco
cerrado con un listón de seda
dejando sentir
como arena
el peso, el paso de la vida.
2
Entrar
adonde no sabemos.
La barca cruza la niebla,
espesa,
como el dolor atado al corazón.
No se distinguen las otras barcas
ni la orilla
—pregunta abierta
que se cierra tras ese muro blanco.
Las plegarias traspasan como lanzas
la niebla del corazón.
Hunden en sus viejos sedimentos
dudas que flotan,
amarguras;
fincan un orden en el nombre
del Conquistador de la Muerte,
Mrtyunjaya Mahadeva,
el Gran Señor,
mientras la barca sigue gravitando
hacia una niebla cada vez más densa
y el sol apenas se dibuja,
disco pálido,
en medio de la nada.
La mano revuelve harina con el agua,
flores,
semillas
y tus cenizas
que caen sobre esa mezcla propiciatoria
al tiempo que las plegarias
les abren un camino.
Tus cenizas,
son pequeñas lajas de marfil,
van ya sobre el río, con las flores,
que flotan y se alejan todas juntas,
acaso acompañando tu curso;
van más lejos y se pierden
tras el cerco de bruma.
Y tú, que estás, pero no estás en ellas,
no te apartas de mí,
como si tú misma vieras a distancia
todo este discurrir,
sonriendo apenas.
3
Creces en la muerte.
A más tiempo de tu no estar aquí,
de tu vida otra,
más enigmáticos los pasos
de lo que aquí viviste,
y lo que allá vas forjando
en un silencio que se rompe
cuando dejas caer tu risa
por la hendidura de los mundos,
o llegas en sueños
a deambular como si nada.
Pero allá, en esas cumbres o riberas,
esos paisajes sin substancia,
¿a dónde vas?
¿qué cosa ves?
¿qué sientes?
Y aquí,
donde la densidad del tiempo
a cada instante crece,
tus huellas en dondequiera.
Kashi, diciembre, 2008
***

Elsa Cross (Ciudad de México, 1946). Poeta, ensayista y traductora. Doctora en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió Meditación y Filosofía Oriental en Ganéhspuri, India. Ha ejercido la docencia en varias instituciones de primer nivel en el país y también se ha hecho acreedora a importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1989 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura en 2016, entre otros. Parte de su poesía se halla publicada en antologías de una docena de países y cuenta con libros que han cimbrado el horizonte literario en México, de los cuales se pueden citar, por ejemplo, Canto Malabar (FCE, 1987), El diván de Antar (Joaquín Mortiz, 1990) y Bomarzo (Era / Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009). Actualmente es profesora titular de Filosofía de la Religión en la Facultad de Filosofía y Letras.