Aldo Vicencio

I
Tecla opuesta,
loma dormida con aura
de sereno llameando
Este tiempo,
no ser hacia algo,
rayo envuelto en flores,
es claridad que aviva la ceguera
Estoy sabiendo de mí mientras se oculta
el hecho de estar en la vida,
ésta melancolía
llamada equilibrio
Estímulo apartado
Caminando lento
hasta desaparecer por apartarse
Sin seguir,
hormigueando en el agua,
la sal que expulsa colores de grietas
grietas
gritos, gente, generaciones
La marcha de cualquier hombre
inicia la desaparición de los acuerdos
Jamás en la historia,
ni en la desesperación, habrá un nombre para el fin
que transita incansablemente sobre el mundo,
esta pequeña esfera,
linterna oscura que gira enardecida
Estará sobre aquél abismo petrificado una señal
para los pueblos que han abandonado su llano paterno
En el cielo, la gestación,
una madre, cardumen de olas con alas
Elaboración de lenguajes
Atrás un rastro que se recoge
en la marea que va y viene desde la tierra seca
Estoy en los días del silencio
II
Eliseo seco
estampar lirios
de-san-grar
des-ma-yar
en un párrafo
Forma, esmalte ludópata
Provenir de…
la velocidad
la tierra
un arado irredimible
Nivelar la profundidad,
éxtasis que perifonea,
sacudir
la jovialidad atendida
F u e g o d i á f a n o
No hay señas,
el cascabel brinca:
lo necesario, iluminación muerta
De estar reconocido y reconociendo
Frugal montaña,
monotonía de hélices:
la figura, la fisura, la fiesta
Mala semana,
contrapágina que se mira humeante
Mi hálito se hinca en el cristal

Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991). Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la UNAM. Es autor de Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017), el vídeolibro Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018) y Púlsar (Ediciones Camelot América, 2019). Su obra ha sido publicada en diversas revistas y antologías iberoamericanas.