Otra vez la máquina (Poemas)

Joset André Navarro Abarca

Arte: Eira Areli Cincoya

Otra vez la máquina

Cuando atravesaba la propiedad

el tractor, en el bullicio,

quebró las raíces de un higuerón.

Clavó los dientes de bestia metálica

a la tierra donde jugaron niños

con bicicletas de lata.

Su mandíbula que atraviesa el suelo,

con los huesos rotos de la niñez,

escupe en una gusanera el manubrio

y las ruedas de alambre.

En reversa el tractor maja las cercas

de este cafetal antiquísimo

para que alguna fiduciaria

tenga la erección de sus sueños.

Quizá el ingreso de la maquinaria

sea analogía del presente, la síntesis

del camión rodeado por el humo

que entra a cargar la tierra

en su espalda de jorobado,

pero ni siquiera descubro

el tránsito de un lote que antes era boscoso

a otro ahora enrarecido.

Quizá el aire seque el corazón

de quien pierde las uñas cuando excava.

Ese lote amarillento

es un plano ideal para cultivar nada.

Cuando marzo desquebrajó el suelo,

de ese lote brotó un caldero destapado

en el que emergen frutas de piedra. 

Láminas curvas

Láminas curvas y quintales de cemento

adornan la llanura

donde una vez hubo mozote.

Aún no hay casas, pero el gris húmedo

lo riegan por el suelo con alguna mezcla

extraña.

No hay jardines, pero sí carcajadas

del hijo a la vista del padre que

martilla, pinta y susurra.  

El niño no construye nada

porque le alcanza lo que tiene;

ignora la edad de los arquitectos,

en exceso obligatoria,

porque él es un gigante

hiperpoderosísimo 

que nace de los ojos mientras juega. 

Este cuerpecillo de manos negras brinca

haciendo un escándalo de monstruo alado

sobre láminas que aún nadie pega.

Anduvo por la orilla de las latas de zinc

tiradas sobre el piso,

pero el niño se deforma cuando acaba el día 

y las sirenas invitan a marcharse. 

El padre que regresa envejeció

camino al hogar, vacío hace meses.

La ilusión con que ríe la niñez 

se la lavó el agua de una manguera.

Haría la columna

Si quisiera que mis nietos tuvieran la herencia,
haría las columnas para una casa
o quince o mil y resto.
Basta con las ganas, más uno o dos millones,
para la entrega puntual del inmueble,
mejor si nos dan libre vía
en los permisos municipales,
aunque el canal de aguas negras
llueva a goterones
sobre alguno menos favorecido.
Es útil para los detalles
que la entrada la restrinjan
y al proyecto lo respalde
una familia sin alcohólicos o ahorcados,
en tiempos de vacas hambrientas.
Cuando se quiere, se puede escucho una máxima
El pobre es pobre porque quiere y cierro el portón
bajo el bombillo de un poste luminoso. 

Si se quiere encerrar a cientos de familias
en un panal de cajitas con minúsculas ventanas,
ofreciéndoles el grial del agua tibia,
con simples mañas, se puede.
También tener una casa gorda
con jaurías de galgos
y ventanales y piscinas. La tierra es de todos
pero el campo es limitado.
Al principio era la plata
y al final también.
Si tuviera que enjaular familias
para que de viejo esté orgulloso,
prefiero a corta edad una zanja en el suelo
donde el alma anide en algún saco,
pequeño pero propio,
no como la plata,
más bien como la tierra. 

Las dos figuras laborales

Cuentan que el trabajo es para los temerosos
por ser incapaces que niegan las riendas cuando deben,
pero son muchísimos los que empujan fantasías
al contrato de las explotaciones
(para que sus vidas tengan basta adoración).
Pero pasa inadvertida la rigidez con que se exige,
el recorte salarial cuando se incumplen las jornadas,
el capataz subyugado con panza de azúcar.

Sé de un hombre joven, quizá graduado apenas,
que aceptó ese trabajo frente al computador,
teléfono en mano, mientras dice sí, señora,
tiene usted razón y escribe y llena formularios.
La promesa del ascenso es un largo amanecer 
sí, caballero, esta es su tarjeta y grapadora
gane puntos cuando entierre a un familiar y anotaciones

sí señor y mientras dice y calla, sobre el edificio de enfrente,
visible por el ventanal del séptimo piso,
          de la orilla una mujer salta al vacío
de ilusión o evidencia.

Sí, señor. Me distraje [temblor de manos]
una premium con descuentos de por vida [ambulancias],
puntos, como guste, señor, usted manda [paramédicos].

Joset André Navarro Abarca (Costa Rica, 1991).Profesor de Estudios Sociales y Cívica. Curso la carrera de Asesoría Psicopedagógica por la Universidad Autónoma de Baja California y es miembro del Taller Literario Joaquín Gutiérrez. Participó en eventos literarios como el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica y el Encuentro Internacional de Narradores y Escritores de las Dos Orillas (Punta del Este, Uruguay), entre otros. Poemas suyos se incluyen en las antologías Sub 30 y Miércoles 2 p.m y Obtuvo un reconocimiento en el XXXIII Certamen Literario Brunca 2019, con el poemario El parque de los venados.