Coral Bracho

1.
Alguien cabeceando, con una luz encima
como si pesara.
Y ahí, en lo que quiero decir
hay una fila larga de sillas. Hay arcos
verdes, rojos, amarillos, que poco a poco
se van cerrando, como puertas.
Como una enfermedad a la que no entra nadie,
dice.
2.
Está bien. Nada más para que estos tres.
Repite un personaje que aparece en el centro.
Aparece en un cuadro
y él mismo
se vuelve cuadro. Como si alguien
estuviera haciendo trampa,
y no hubiera llegado.
3.
La luz se mueve como una corriente
o madeja de hilos.
Hay un barco de madera, un avioncito,
y esa corriente los mece a veces.
Hay adentro un cangrejo.
También hay un corazón.
4.
Se acerca a mí con ganas de decirme
que yo. Y ya no me dice.
Nunca se sabe la historia, insiste alguien.
Un gorrión, y de pronto bajaron
a la raíz de todo.
5.
Hay precipicios que se reordenan
con el bosquejo de un tobogán.
No encierres el hastío en el mismo círculo;
libéralo de su jaula. El arco daba vueltas
y vueltas.
Pero no sigas, porque eso es lo que confunde.
6.
Con sus maneras me ven así,
¿Y yo, cómo los veo?
¿Qué esperan?
Y da un zarpazo. No quiero.
Y ya.
7.
No sé, no sé qué son.
No sé qué les está sucediendo a ustedes,
le dice.
¿Estará mejorando? Hay algo
que cambiaron, pero nadie sabe,
nunca se sabe.
8.
Un personaje que ya no está en el agua.
Sólo un marquito lleno de diamantina.
Huellas sobre una masa.
Como de pato. De patitos de plástico.
En el bote de la basura dice:
“tiraron algo”.
9.
Y no entiendo muy bien.
¿Pero sabes cuándo llegan al kínder? Sí,
es como una ventana triangular,
larga, anaranjada. Atrás hay alguien.
Pero, para mí, ésa es otra niña.
10.
¿Estará mejorando?
Hay que meterla en la regadera.
Está con un delantal. ¿Trabajaste?
Sí trabajé. Debe ser un malentendido.
11.
Ya no se tarden. Pienso que alguien piensa.
Un techo rosa con muchas tuberías
y alguien se tapa la cara
con una tinta.
Sonríe del lado izquierdo.
Es el final. Y te tocó la opción.
Pero, para mí, ésa es otra niña.
12.
No vuelvan, dice.
Nunca se conoce la historia.
La ventana se va acercando y acercando;
atrás hay alguien,
pero se borra, y sólo queda esa luz,
esa luz amarilla.

Coral Bracho (Ciudad de México, 1951). Posicionada como una de las autoras más importantes de su generación, ha escrito El ser que va a morir (Joaquín Mortiz / INBA, 1982), Ese espacio, ese jardín (Pre-Textos, 2003), y recientemente Debe ser un malentendido (Era, 2018), junto a otros poemarios que, desde su inicio, alumbran de erotismo una voz preciosista, aún entre los lugares más inhóspitos. Su obra le ha hecho merecer el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el Premio Xavier Villaurrutia y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines – Gatien Lapointe, entre diversos reconocimientos. Académica también y traductora, sigue en la cosecha literaria, con su estilo inimitable, que es a la vez rico y templado.