Antidio Cabal

Epitafio de Indalecio Xunto, alias el total
Me llamaban Dios porque no tenía forma, yo era obeso,
pensé que Dios me había hecho gordo porque me había
elegido.
Epitafio de Réndez Merodes, alias el vigiloso
Espero que esta sea la única vez que muero,
que no me vayan a poner otra vez, con sangre, en otra
etapa de materia
y a hacerme llorar en otro sitio,
yo quiero que esta muerte me sea de provecho para
siempre.
Epitafio de Remigio Solórzano, alias el pelo
Ojalá que cuando me muera
resucite a la diestra de mí mismo.
Epiptafio de Maresto García, alias el serpín
Que me entierren donde les dé la gana,
y si quieren, que se ahorren el ataúd
y los pasos lentos del cortejo.
La carne muerta tiene otro protocolo que la carne viva,
no le hace falta la conciencia ni el cosmético dorado de lo finito,
el pensamiento ha perdido sus funciones y el ángel de la guarda
y el perro que lo recibía,
yo ya no pertenezco a los centímetros,
no me interesa la intimidad del funeral,
no sigáis produciendo a costa mía.

Antidio Cabal (España, 1925 – Costa Rica, 2012). Poeta, ensayista y difusor cultural que a los 23 años salió de su país para deambular por otros como Costa Rica y Venezuela, donde cursó la Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Caracas. En 1955 inició en el primero la Colección Oro y Barro, dedicada sobre todo al género de la poesía. En la ciudad de Caracas publicó en Ediciones Expediente la obra de Ernesto Cardenal, de quien fuera su primer editor y prologuista. De nuevo en Costa Rica, fue cofundador de la Editorial Costa Rica, del Suplemento Cultural Forja y también director de la Editorial de la Universidad Nacional. De entre sus obras se destacan Poesía de uso (Amargord Ediciones, 2013), Epitafios (Kriller71, 2014), Poesía y Error (Universidad Nacional Heredia, Costa Rica, 1997) y Guiniguada (1959) (Ediciones Idea, 2008), por la que habría recibido el premio Pedro García Cabrera, concebido por Caja Canarias.