Un día a la vez

Salvador Mecalco Valle

Arte: Denise Hernández García

“Estamos satisfechos con el trabajo que ha realizado. Sin su ayuda no se hubieran alcanzado muchas de las metas proyectadas para este año, sin embargo, debido a las condiciones actuales del país la producción ha disminuido… tendremos que hacer una reestructura de la mano de obra. La junta administrativa ha decidido rescindir su contrato”.    
       Dejé de escuchar. Sólo asentí con la cabeza y le di al tipo un apretón de manos. Recogí algunos objetos personales, me despedí de Laurita y el Güero y salí del lugar.  
          Caminé por casi una hora, preguntándome qué debía hacer. No me afligía del todo el haber sido despedido; por instantes, tenía una sensación de tranquilidad, incluso sonreía. Andamos por ahí queriendo ser algo, exigiendo respeto. ¿Qué es eso? ¿Cómo es posible que un sujeto de menos de 1.70 pueda pedir respeto? Yo debía librar grandes batallas; escribir versos a viudas jóvenes y viejas… Hoy tengo suerte si consigo un lugar en el metro… ¡Qué gran batalla!  
         Llego a casa. Abro la puerta, subo hasta mi recámara. Me recuesto. Con la mirada clavada en el techo, una cantidad enorme de pensamientos asaltan mi cabeza. Empiezo a moverme de un lado a otro, me desespero, tenso mis brazos, aprieto los puños… ya no quiero pensar… En segundos, me pongo de pie, cojo un cartón, lo enrollo, salgo a la sala y comienzo a matar moscas, me siento mejor.     
            Ya sé por qué estamos aquí.         

Salvador Mecalco Valle (Ciudad de México 1989). Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM). Actualmente prepara una tesis de licenciatura sobre las escuelas helenísticas. Algunos de sus textos han sido publicados en Los ojos del tecolote.